Disfraces, por Jotacé Sánchez

  1. Inicio
  2. Relatos
  3. Disfraces, por Jotacé Sánchez
Etiquetas: ,

Loading

Me preguntas si yo sé lo que es el amor. Y me lo preguntas así como desconfiada, como si no tuviera certeza. Claro que lo sé. Alguna vez estuve enamorado y me desvelé noches completas temiendo perderla. ¿Sabes lo que creo que es el amor? Un juego de disfraces. Un encuentro casual en la segunda cita. Un penetrar o dejarse penetrar por alguien que te sigue el juego y que en algún modo te calienta y te hace sentir en un lugar cómodo, a gusto.

Imagínate esta situación. Lo tienes frente a ti. Acaban de sentarse en el sofá para terminar la copa de vino que comenzaron en la cena. Y tú quieres follar. Él te habla animado y tú le sonríes, como si te resultara interesante algo de lo que dice pero en realidad estás pensando en follar. En abalanzarte sobre él y besarlo y averiguar si te gustan sus labios y su lengua. Si congenian. Si sientes el estertor que te obliga a soltar ese gemido agudo y silencioso.

Imagina que él se demora y te pregunta por tus hijos y tú le respondes que están con el papá, que tienes el departamento para ti sola este fin de semana. Él te pide otra copa de vino y tú te levantas del sillón, apretando las nalgas para verte más rica, y te vas a la cocina. Piensas. Te asalta como un rayo ese temor mientras llenas las copas. ¿Y si no te lubricas? ¿Si te ocurre otra vez y todo se frustra? No quieres que te pase de nuevo lo de las dos veces anteriores que intentaste tener sexo con alguien, después de tu separación. Así que para no correr riesgos piensas en los disfraces. Tu traje de princesa egipcia. Ese que te hace sentir segura. Y también piensas en el traje que tendrá que ponerse él para complacerte a ti.

−¿Te gustan los disfraces? −le preguntas directamente mientras le entregas su copa de vino y te sientas a su lado en el sofá.

Él te mira descolocado y sonríe, algo nervioso. No sabe qué decir y se acomoda el pantalón como intentando disimular una erección. Sientes que debes aprovechar tu posición de ventaja. Te excita tomar la iniciativa, te calienta sentir que tienes el control. Le dices que a ti te encantan los disfraces, sobre todo para tener sexo, y luego posas tu mano en su antebrazo y le dices que tienes tu favorito, el de princesa egipcia. Que crees que te hace lucir mejor la cola, le dices, y él se acomoda de nuevo, como si la erección lo arremetiera y lo pusiera en alerta. Te mira a los ojos. Te dice que a él le encanta tu cola, que te la mordería y tú sientes cómo tus pezones se endurecen.

Y se besan.

No recuerdas dónde quedaron las copas de vino, ni tampoco te importa porque vas a follar. Se te escapa ese pequeño gemido cuando muerde tu labio. Después te toma por la cintura y te empuja hacia atrás. Tú cedes, te rindes. Él se te viene encima y tú notas que está muy excitado, tú sabes que está caliente contigo desde que te conoció, hace un par de semanas. Y tú también lo estás y te dan ganas de sentirlo duro, de corroborar que se la pones dura y bajas tu mano y le aprietas con fuerza el miembro. Él quiere besar tu cuello y tú lo dejas, él quiere tocar tu piel por debajo de la blusa y tú le dices que sí y sientes que tus senos arden y querrías que él ya te estuviera lamiendo, pero en ese momento, imagínalo, ocurre el cortocircuito y te desconectas. Como si se desactivara un interruptor. Te preguntas si podrías lubricar bien, te angustias… pero recuerdas los disfraces. Le preguntas si le gustaría verte en el traje de princesa egipcia, porque a ti sí te gustaría ponerte el traje para él. Él, que ha comenzado a desabotonarte la blusa, te responde que sí, que te va a morder la cola cuando te pongas el traje.

Imagínate ahora que lo llevas al dormitorio. Esta es la primera vez que llevas a un hombre al departamento desde que te separaste. Aún no has descolgado las fotos familiares con tu ex. Los niños no habían querido hacerlo y tú accediste. Así que lo arrastras por el pasillo, atravesando una especie de mausoleo de tu pasado, pero a ti te da lo mismo. No tienes que darle explicaciones y le dices que se siente en la cama, que te espere un momento y te vas al baño a ponerte el disfraz. Te miras en el espejo, vestida con esa falda diminuta, con esa peluca de cabello negro y lacio, con esos zapatos de tacón alto que te hacen ver las piernas largas y escoges mentalmente el traje que quieres que se ponga él. Lo quieres ver en ese disfraz de soldado romano que alguna vez le compraste a tu ex para una fiesta, con la capa roja, el casco dorado, esa imitación de armadura en tela y las botas de guerrero. Quieres follar como si tú fueses Cleopatra y él Marco Antonio, como si tú fueras la reina y él un soldado o un gladiador o un esclavo, te da igual. Solo deseas verlo en ese traje y que te penetre con las botas puestas. Sales del baño y lo ves recorriendo con la mirada las fotografías que aún no descuelgas de tu dormitorio. Él se voltea y se sorprende al verte vestida así, te sonríe y pareciera que toma impulso para acercarse, te rodea la cintura con sus brazos y, antes de besarte de nuevo, te empuja las caderas contra su pelvis para que sientas su erección. La sientes. Está duro, muy duro y tú lo besas como dejándote arrastrar por una corriente incontestable y quieres que te toque las nalgas. Tomas su mano, lo guías y él comprende y te aprieta con fuerza y te empuja hacia él. Tú te dejas llevar por esa fuerza masculina un momento, pero luego lo alejas. Lo haces retroceder con un suave empujón y le dices que quieres verlo vestido de romano.

Él te mira extrañado, algo inseguro, y te pregunta si es verdad que tienes un disfraz para él y tú le respondes que sí, y te volteas para ir al closet. Lo tienes guardado en una bolsa negra de plástico. Y se lo entregas. Él te responde que no está seguro, que le da pudor y tú lo convences prometiéndole el mejor sexo oral de su vida si te complace. Sabes que ese argumento es irrefutable y él se va a al baño algo pensativo.

Imagina que te quedas sola en el dormitorio mientras él se viste. Piensas que es el momento de descolgar las fotos. Ya hablarás con tus hijos. Sobre todo aquella fotografía de la fiesta de año nuevo, donde los niños llevaban trajes de elfos, tú el vestido de odalisca y tu ex el disfraz de romano. ¿Habrá visto la foto? Seguro que sí, pero no te importa, solo quieres que salga del baño de una vez y que te lance a la cama y que te chupe los senos, quieres que se detenga ahí un buen rato porque eso te encanta.

Él sale del baño con el traje puesto. Te gusta como se ve y le dices algo amable, algo así como que tiene buen físico o que te gusta cómo se le ven los brazos, un cumplido que le suba el ego. Pero hay algo que te incomoda. No se ha puesto las botas. Y tú quieres que te penetre con las botas y se lo pides, pero él te responde que no puede, que no le quedan.

¿Cuánto calza este hombre?, piensas. ¿Cuarenta y tres? ¿Cuarenta y cuatro? Es verdad, tiene los pies grandes. Fue una de las primeras cosas que miraste de él. Ya sabes lo que dicen. ¿Cuánto calzaba tu ex? ¿Cuarenta y uno? Él nunca se quejó del tamaño de las botas cuando usó el disfraz. Y tú no quieres ceder.

Le dices que te muerda la cola y te lanzas sobre la cama y te pones en cuatro y él se acerca muy suavemente y te muerde la nalga izquierda, luego la nalga derecha y comienza a besarte el trasero con su lengua, como si estuviera besando tu boca. Y tú lo dejas, no sientes nada, nada de pudor. Y él te examina, hace a un lado el colaless e intenta tocar tu vulva. Sabes que quiere comprobar si estás mojada para penetrarte de una vez y tú, en ese momento, te haces a un lado porque sabes que no estás lista. Necesitas que se ponga las botas.

Te sientes como el príncipe de La cenicienta en busca del pie que encaje en aquel zapato de cristal que es la medida de sus propias fantasías.

Le dices que se acomode porque quieres chuparlo y él se tiende de espaldas en la cama. Tú te aseguras de que las botas estén al alcance de tu mano. Tocas su entrepierna y sientes su pene erecto. Quieres sentir la suavidad de ese tramo de piel e introduces tu mano bajo el pequeño short elasticado y aprietas con fuerza su grueso pene y lo sacas a la luz y te gusta, lo encuentras bonito. Limpias con tu dedo esa pequeña gota de semen que comienza a escapársele y le lames el glande suavemente. Él suspira, tendido en la cama, con los ojos cerrados, contorsionándose por la excitación y tú lo notas y le muerdes la base del pene y sabes que cuando te introduzcas su glande en la boca él gemirá, sí, debería gemir con esa voz ronca que tanto te gustó de él cuando lo conociste. Lo haces y él efectivamente gime y te gusta ese sonido dulce, acompasado y profundo.

Y en ese momento se lo dices. Le tomas el pene con fuerza y le susurras que quieres que te penetre, pero que antes debe ponerse las botas. Esa es tu condición. Él se incorpora como desarmado, como obnubilado por tu seguridad. Mira hacia un rincón del dormitorio, donde está la fotografía de la fiesta de año nuevo, luego mira las botas y, en silencio, intenta calzárselas.

Imagínate que él se esfuerza, que resopla, que transpira.

Imagina que tú no esperas encontrar a tu cenicienta ideal, que eso no te importa. Que te basta con una de las hermanastras, aquellas que se cercenaron los dedos y el talón para que el zapato de cristal les cupiera.

Y lo observas en silencio hasta que lo logra. Logra calzarse las botas y tú sientes que tu entrepierna vuelve a mojarse, que te haces agua, y te lanzas de espalda en la cama y le pides que te lo meta ya, de una vez. Y él se viene sobre ti, te quita el calzón de tu traje de Cleopatra, abre tus piernas y comprueba que estás mojada, muy mojada. Y te penetra, suavemente, hasta el fondo, y tú gimes de placer, pensando desde ya en que quieres repetirlo, en que quieres volver a follar con él.

¿Qué si yo sé lo que es el amor me preguntabas? Claro que sí. El amor no es más que un juego de disfraces, un intento exitoso por hacer encajar la zapatilla de cristal en un pie ajeno. Una pequeña tortura escondida en un polvo delicioso.

¿Te gustó el relato?
Por favor puntúalo a continuación y visita más abajo la sección de comentarios.

¡Participa en la discusión en torno a este relato!

4.2 25 votos
Puntuación
Subscríbete
Notificar de
guest

35 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votado
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios
Vero

Que buen relato!! Al estar en segunda persona uno se siente parte de la historia, cómplice de ese apasionado encuentro! Me gustó mucho! Felicitaciones!!

Natasha Valdes

Genial, excitante, ¿era eso lo que se espera del cuento? Totalmente logrado. Pasó de todo y era solamente un cuento para niños. Me encanta el uso de elementos clásicos, sorpresivo y gracioso.

Jen

Excelente relato!! JC

Osvaldo Rafael Muñoz Movilla

Exelente relato, me sentí como un espectador mirando una escena teatral exclusiva para mi

Pedro Conrado Cudriz

Sinceramente no me tramó, a este relato le falta sutileza, delicadeza, poesía si quieres. He leído a Miller, a Molinares Sarmiento e incluso escribo poesía erótica y creo que se debe tener mucho cuidado para pasar la frontera de lo burdo. Lo siento, pero es lo que veo.

Pedro Conrado Cúdriz

Hola, Jotacé, mi admiración y mis agradecimientos por las cosas que aprendí en algunos de tus talleres donde estuve. Mi comentario es como lector. Lo burdo no tiene relación con los obsceno. No. Personalmente hay una línea que no debemos cruzar, la del peligroso porno. Y lo indelicado. Trópico es descarnado y te confieso que apenas lo leí el año pasado. Y no estoy chapado a la antigua. No sé, pero hay algo en tu texto que me fastidió. Un no sé qué. Puedo ser yo y no tu propuesta. Borges decía que los libros tienen sus lectores.

No sé si tengas tiempo, te dejé la dirección de mi página en el anterior correo. En el aparte de poesía puedes leer dos texto eróticos.

Saludo fraternal.

Aquiles

Hola JC, me gusto el relato en general, ahora bien, tal vez habria utilizado mas sinonimos para describir ciertas situaciones, excitado en vez de caliente, y tal vez otras mas. Es lo que puedo criticar, no las anote todas las palabras pero es lo que criticaria, tal vez por eso el señor que hablo de lo burdo no supo separa el global de lo particular. El relato es simpatico no para llegar a la excitacion pero si para pensar en un libro donde se mezclan diversos cuentos, pero mejorando algunas palabras, creo que se llegaria a un mejor y mas logrado cuento.

Susana

Muy bueno… generó mucho suspenso.
Genial en segunda persona.
Provocativo. Me encantó. Y el final,no podía estar mejor.

Susana

Una metáfora excelente sobre el amor.Aunque creo que debe haber un poco más…

María

Se nota el oficio, te compenetras con la protagonista, con un cuento muy actual. Ahora está claro no es una narrativa romántica, pero creo era ese su objetivo.-

Nancy Huerta Bahamonde

Te aplaudo. me gusto, el marco escénico, los personajes, el contenido, me sonreí, es una obra de teatro. Me hizo ruido el concepto del amor, porque en el amor no se teme perder. El tema es EROTICO, y pensé, en la primera frase de tu narrativa la planteé así» Me preguntas si yo sé «erotizar»…

«»¿Sabes lo que creo que es estar EXITADOS? Un juego de disfraces. Un encuentro casual en la segunda cita. Un penetrar o dejarse penetrar por alguien que te sigue el juego y que en algún modo te calienta y te hace sentir en un lugar cómodo, a gusto»»

Bueno mi opinión, cambie la palabra Amor por Verbo pronominal EROTIZAR [ editar] 1. Sentir o llenarse de estímulo o fuerza sexual. 2. Crecer en erotismo o adquirir una dimensión erótica. Uso: se emplea también como transitivo: erotizar (algo o a alguien).
Verlo en una obra de teatro sería genial, la fantasía es la elegancia de la imaginación.
Eres elegante JOTACÉ

Cecilia Caro

Me gustó mucho el relato, muy real, después de pasar muchas situaciones en la vida, no es fácil volver a creer en el amor y la pasión. Encontrar nuevamente ese deseo es como ganarse una lotería y si la ganas es genial, y aquí, la protagonista la ganó, y lo mejor de todo, con sus reglas.

Carolina

Hola! me gustó mucho tu relato, logra totalmente la excitación in crescendo jajaja. Permite involucrarse en la historia. Te pregunto, usas la palabra follar, a pesar de no usarse mucho en nuestro vocabulario chilensis, está bien usarla ? así como otras españolas que no suenan tan feas sobre todo en el tema sexual. Gracias!

4831605-0

Gracias por tu relato. corto,preciso y cinciso. realmente eres un Maestro-

Julio

Hola Jotacé, me activo tu relato y logro sensaciones placenteras en mi interior, creo que podría mejorar mucho con un lenguaje más universal y más fino en algunos términos sexuales utilizados, mantiene una atmósfera erotica en casi toda la narración, le agregaría un poco mas de sutileza en los deseos expresados por la protagonista dejando mas para la imaginación del lector, saludos

Agustín Ospina Sánchez

Un buen relato. Una de esas historias que quieres leer de un tirón, que te entretiene.

Vivienne

Perdona Jotacé, pero no me gustó. Está bien escrito, lo reconozco, pero es muy poco sutil y llega a la frontera de lo burdo. Lo explícito de esta narración podrías tratarlo de forma más profunda, creativa y poética.

Vivienne

Creo que es un tema largo de conversar, en el fondo lo que quiero decir es que no se necesita ser explícito para ser erotico. Esto, en el caso de “buena literatura”, según mi punto de vista. Aunque “buena literatura “ es algo subjetivo.
Por otra parte, me parece muy raro que una mujer esté tan preocupada de no lubricarse… muy extraño.

Donaldo

Estoy de acuerdo con el propósito del. relato que es sensibilizar, excitar, pero es dificil escapar a los lugares comunes en el erotismo: la cama, la. ropa íntima, la textura. Esa exigencia nos toca a todos, emprender en otros géneros. Me gusta más la agilidad del lenguaje qué la historia, el uso del recurso coloquial, por ejemplo: «Cuanto calza? 43? 44? También te previenes ante la creencia popular de los zapatos prestados cuando no te sarisfacen.

Juan Carlos Muñoz

Hola Jotacé, efectivamente lo pasé muy bien con tu relato. Logra erotizar y convocar al lector recuerdos buenos o malos de ese momento puntual. Particularmente siento que lo coloquial, aporta fluidez y le brinda cercanía al lector, así como narrarlo en segunda persona. Felicitaciones y gracias.

Ian Cid Naram

Osado, suave en el inicio, imaginativo, sensual, brusco y paciente, para finalizar en un «zoom», a la realidad…y, a mi modo «personal» de ver, leer y comprender, es exquisitamente erótico, con un lenguaje real, actual, provocador y, que genera «apetito» por más.
El relato en segunda persona, desarrolla un lenguaje más vivo y una lectura aún más ávida.
Siento que escribiste en un lenguaje natural y actual, a cómo se vive el deseo, la sensualidad y, con ello, el sexo…del amor, no sé, pero es un relato erótico y, para mí, cumplió a cabalidad, su objetivo.
Sinceramente.

Juan Manuel

Hola JC.Sánchez, alguna vez lei que la escritura es vivo retrato del autor y al expresar en palabras sus sentimientos, deseos, aspiraciones e incluos sus sueños, afirmo que su relato lo identifica como ser humano, unico e inclusivo. las fantacias sexuales son inherente desde la infancia, y a medida que crecemos se acrecienta en nuestro subconsciente. Lo relatado en este cuento muestra cavalmente lo que ud siente. Ahora, me referire al cuento en si: su Forma esta muy bien escrita, incluso empler la segunda persona, esta genial; su Fondo, me dejó con requemor al usar palabras tan autenticas, que estan vedada en el lenguaje común (por no decir tabu). Para mi fue ver una pelicula porno sin sonido, explisito total, Muchos autores de renombre escribieron pinceladas de relaciones ocultas, como la infedilidad, relaciones incestuosas, homosexuales, lesbicas y demás, toda esta producción de verdaderas joyas de la literatua fueron prohibidas y retiradas de cirtualcion. Ud, como buenmaestro de la materia literaria se ha dado licencia para escribir un relato erótio de grueso calibre que, felizmente no tien e censura y puede ser leido por toda clase de publico. ¡Afortunados en la época en que vivimos!

Blanca Gascón

Para mí, demasiado explícito. No sé si era tu mayor expectativa lograr aquello, pero me gustó esa forma en el relato. Felicitaciones

Menú
35
0
Me encantaría leer tu comentario.x