El monstruo de la Navidad, por Lilian Alvarado

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“Querido Viejito Pascuero, he sido una niña buena: he ayudado en casa, me como la comida (aunque no me guste tanto), ayudo a cuidar a mis primos, soy obediente y me saco muy buenas notas en el colegio. Esta Navidad quiero pedirte una máquina para hacer helados de verdad y una llave nueva para cambiar la del baño que se gotea. Espero que Rodolfo y sus amigos estén bien. Un abrazo, Millaray”.

Con una sonrisa de cielo azul y soleado se puso de puntillas para entregarle el sobre hecho con hojas de cuaderno y un adhesivo que, se notaba, había sido ocupado anteriormente.

Una máquina de hacer helados… Costaban la mitad de lo que Newen ganaba en el mes. Quería comprar algo para la cena, ayudar a sus padres, ese mes debía pagar la luz o se la cortarían. Claro, no era tan malo no tener luz, pensó. Se acostaban juntitas y abrazadas inventaban cuentos e historias, cantaban, jugaban con la sombra que les daban las velas y conversaban hasta que el sueño las envolvía en su manto oscuro. Con luz, cada una estaba en su pieza.

Una máquina de hacer helados…, se repetía.

***

Su jefe le preguntó qué había pedido su hija de regalo de Navidad y Newen le contó.

El día veinticuatro su jefe le entregó un sobre con el valor exacto de la famosa maquinita y la envió a casa más temprano, para que alcanzara a comprarla antes de que cerrara el comercio. Newen dudó por un momento pensando qué tan caro le costaría el “regalo”, pero lo aceptó y se fue directo a la tienda. Ahí estaba. En la vitrina. Como si un halo de luz la hiciera resaltar entre todos los juguetes. El valor exacto. Dio gracias al Universo, Jesús, Brahma, y Krishna. Pero… su pequeña necesitaba también calcetines y un chaleco nuevo. Buscó otras tiendas casi corriendo antes de que cerraran. Tal vez estuviera más barato en otra parte, se decía. Y finalmente encontró un juguete con conos y helados plásticos que se unían con velcro. Le alcanzaba para el chaleco y ese juguete. ¿Las calcetas? A fin de mes, tal vez, se dijo en voz baja.

Volvió a la vitrina anterior, miró su reloj, vio cada vez menos gente en las calles, las tiendas se aprestaban a cerrar. Se decidió y entró. Eso es lo que ella quiere, se repetía. Vio el precio nuevamente y cuando era el turno de que la atendieran, salió y fue corriendo a la otra tienda, compró el juguete plástico, buscó una tienda de ropa y pidió un chaleco blanco talla seis. Se fue a casa. No sonrió ni una sola vez.

***

Millaray abrió presurosa el paquete con sus manos chiquitas y leyó orgullosa la tarjeta que Newen se había esforzado en escribir con su mano izquierda: “Para Millaray del Viejito Pascuero”. Apareció la caja con conos plásticos. La niña la observó por un momento y miró a su madre con ojitos de invierno.

−Esto no es lo que pedí, mamá −le dijo en voz baja.

Su madre sostuvo la mirada mientras le respondía que tal vez el Viejito Pascuero no había entendido bien, que igual eso era para jugar a hacer helados. Y toda la familia se involucró en jugar a pedir helados de frutilla o de limón.

Antes de dormirse esa madrugada, desde un bostezo se desenrolló la pregunta:

−Mamá, ¿siempre seremos pobres?

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R.R.

Desgarradora pregunta final. Buen relato. Felicitaciones.

María Angélica San Martín

El relato es hermoso.
El cuento nos insta a a reflexionar a que, no siempre, se piensa en los deseos de los niños/ as que, tienen un raciocinio, la mayoría de las veces con mayor sabiduría que los adultos.

Giorgiana Diaz Alcantar

Un hermoso cuento!!
Gran reflexión!!

Carina Mabota

Muy lindo el relato. Felicitaciones

Cecilia Saa

Que mezcla mas emotiva la de niños y pobreza. Sin duda te hace reflexionar respecto a la superficialidad que presentan estas fiestas especialmente en las emociones ni lo pequeños que no tienen mayor recursos y seguro esta tormenta les acompaña en el crecer. Tu pluma es muy precisa, sin vueltas que dar, para dar un mensaje directo. FElicidades Lily.

Isaura Valenzuela

Sin duda, es una muestra clara que han vivido siempre muchos niños a través de nuestra historia . Es una realidad que siempre va ha existir, mientras hayan ricos y pobres.
El cuento muestra la emotiva situación que está entre la ficción y la realidad de las personas.

Carmen sarue

Un relato sensible y tu pluma lo expresa muy bien, te felicito

Cecilia Caro

Un relato que es muy real y que emociona. Felicitaciones.

Viviana

La madre debió haber respetado el deseo de la niña. Ella quería una determinada maquina para hacer helados y la madre tuvo la oportunidad de dejarla feliz. Lo terrible es que a tan temprana edad la niña ya entendió lo que es la pobreza.
Deja una sensación de frustración el cuento.

Efrain Hoyos Osorio

Gracias por esa historia tan sencilla, pero tan real. sigue recuperando todas esas historias y narrrarlas para quien las lea, conozca ese mundo que no han visto

Lissania

Ya que mencionas el «regalo» del jefe podrías llevar la historia más profunda con un monstruo real. Me parece que te quedas en lo evidente y lo repites. Es una gran historia si te atreves a más. Felicidades por escribirlo y compartirlo.

Ramiro Oliveros

El monstruo de la pobreza que tantas navidades se hace presente en las casas y hogares de muchos niños. El relato lo plasma de forma clara, precisa y sincera, sin aspavientos ni pretensiones.

Sin embargo, creo que se habría envuelto en un halo mayor de monstruosidad si el «regalo» del jefe hubiese significado un costo mayor, una desazon, un precio que la madre por la felicidad de su hija estaba dispuesta a pagar y que sin embargo poniendo la mente fría y privilegiando otras cosas resultaba en un costo inutil.
Felicitaciones Lily por tu relato.

Marianela González Vivanco

Tenía el monto exacto para comprar esa maquinita pero primó la necesidad materna de cubrir las necesidades de vestuario para su hija. ¡Qué es lo importante! Lo que la madre siente sobre lo que necesita la niña o lo que ella anhela. Disfrazar un poco los sueños y así tratar de complacer también las necesidades. Me gustó esa dualidad que choca fuerte con la reflexión de la niña. ¡La pobreza se descarga!.

Mariana

¡Qué triste es ver que el monstruo de la pobreza jamás desaparecerá, mientras la torta esté mal repartida!
Muy bueno tu cuento, Lily. Felicitaciones.

Iván Olguín

Lilian, me gustó el relato, una historia muy humana.
La verdad es que discrepo con algunos comentarios de más arriba, donde se sugiere modificar algunas cuestiones que me parecen demasiado personales, que son potestad de la autora, de la historia que se quiere contar.
Si mal no recuerdo tu borrador original estaba en primera persona, el cambio me parece correcto.
Felicidades!

Juan Carlos Muñoz

Hola. Guau, difícil sacarse este sentimiento después de leer el relato. Me gustó mucho. Felicidades Lilian

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