El puente, por Iván Olguín

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Hace mucho tiempo, la larga carretera pavimentada que tenía frente a sus ojos se reducía a un estrecho sendero verdoso en el que apenas cabían dos bueyes. En los días nublados los viajeros podían ver pequeñas manadas de huemules que cruzaban el camino en busca de agua fresca. Cristóbal recordó y se compadeció de aquellas criaturas, mientras veía a una decena de hombres con chalecos reflectantes levantando un enorme muro de alambres a lo largo de la cuenca del río.

Avanzó lentamente a lomas de su caballo hasta llegar a la orilla. Sin bajarse de la bestia, se quitó las botas y las medias, dio la orden al animal de entrar al agua y cruzó del otro lado. Allí había un grupo de trabajadores conversando y riendo airadamente. Uno de ellos, el que parecía ser el jefe, lo vio y le hizo un gesto con la mano. Cristóbal se sacó el sombrero y le devolvió el saludo.

– Buen hombre – dijo el afuerino – ¿es usted de por aquí?

– Si señor, dígame para qué soy bueno. – Respondió Cristóbal, mientras se volvía a poner los calcetines.

–Hace pocos días llegamos a la región y nos estamos quedando en un campamento a pocos kilómetros de aquí. Mis hombres se aburren, y querían saber si por esta zona hay algún lugar donde… divertirse. Usted me entiende –

El hombre seguía hablando, pero Cristóbal ya no lo escuchaba, sólo tenía ojos para su reloj. Era un reloj de plata, idéntico al que alguna vez tuvo su padre, tal vez menos maltratado. Desde la muerte de su padre y pese a la insistencia de sus amigos, Cristobal nunca quiso utilizar reloj. Creía que esos aparatos contenían algo difícil de llevar, y que solo los hombres de verdad podían con ese peso.

–En Puerto Frío, que está hacia el sur, van a encontrar todo lo que necesitan. Al menos yo, nunca me aburro – Respondió, mientras azuzaba a su caballo para ponerlo a galope.

Al poco andar se percató de que otro grupo de trabajadores descargaban grandes vigas de acero de los camiones. Dudó durante algunos segundos, luego dio la vuelta a su caballo y se dirigió nuevamente hacia el jefe, que parecía sorprendido de volver a verlo.

– ¿Van a construir un puente? – dijo Cristóbal, agitado.

En el rostro del afuerino se dibujó una amplia sonrisa, como si por fin le estuviesen pidiendo un autógrafo.

– Tal como usted lo dice, estimado, un puente que va a conectar su pueblo con el resto de la civilización. –

–Aquí no se puede construir ningún puente. El cerro se está viniendo abajo, año tras año, no hay puente que aguante. – Respondió Cristóbal, apuntando al enorme cerro que se erguía a uno de los costados del río y cuyos constantes derrumbes habían formado una pasarela natural que permitía a los lugareños cruzar sus aguas de forma segura, aunque era imposible no mojarse. Hace mucho tiempo que Cristobal no cruzaba el río caminando, pero incluso cuando lo hacía a caballo, dejaba que la punta de sus pies toque el agua. “La naturaleza es caprichosa hijo, no vaya a ser que te desconozca” le había dicho su padre.

– Hay puentes y puentes amigo mío. ¿Usted sabe mucho de caballos? – Dijo el afuerino, acercando su mano al caballo, que esquivó la caricia con un fuerte resoplido.

–Bastante. – respondió, mientras tranquilizaba al animal.

–Pues yo sé mucho de puentes. – Dijo el jefe, sin dejar de sonreír.

Cristóbal se encogió de hombros, sin despegar la vista del cerro, saludó nuevamente y siguió su camino. A su espalda pudo oír risas burlescas y uno que otro insulto.

Mientras se alejaba recordó una mañana, hace ya mucho tiempo, en aquel mismo lugar. Viajaba en compañía de su padre. Era el peor invierno del que tuviese memoria, tanto así que sus padres tuvieron que sacrificar a los caballos por no tener con qué alimentarlos. Decidieron vender la carne en la ciudad. Llovía torrencialmente y, a falta de animales, debían cruzar el río caminando. Su padre le pasó el extremo de una soga y le dijo que la amarre a la araucaria que estaba a pocos pasos, el viejo tomó el otro extremo y se metió al agua, avanzando lentamente hasta cruzar al otro lado. Una vez allí, amarró la soga a un pino y le hizo señas a Cristóbal para que cruzara.

Cristóbal, que por ese entonces era sólo un niño, cruzó lentamente, muy pendiente de ver dónde pisaba, tal como le habían enseñado. En su afán por no tropezar dejó que se moje un viejo morral donde cargaban las tiras de carne disecada. A lo lejos oía a su padre apurándolo, pero era apenas un murmullo, la corriente del río chocando con las rocas apagaba cualquier sonido.

De pronto sintió que la soga delante de él se aflojaba y por poco pierde el equilibrio. Alzó la vista y vio a su padre rodeado de barro hasta la cintura, haciéndole señas para que de la vuelta. Cristóbal quiso avanzar hacia él, pero en ese momento enormes rocas comenzaron a caer desde el cerro y sólo hubo caos a su alrededor… y agua, mucha agua. Despertó dos días después en el pueblo. Buscaron el cuerpo de su padre durante meses, pero nunca lo encontraron.

Cristóbal respiró hondo y se sacudió con fuerza, intentando alejar aquellos recuerdos ingratos.

Cada mañana hacía el mismo recorrido, del campo al pueblo y viceversa. Siempre que se cruzaba con los afuerinos podía oír uno que otro comentario mal intencionado. Por su parte, él siempre se quitaba el sombrero y los saludaba inclinando levemente la cabeza.

A los pocos meses el esqueleto del puente estaba casi terminado y ya no se veían tantos trabajadores rondando por el lugar. Una de esas tardes, mientras Cristóbal regresaba a casa, se cruzó nuevamente con el jefe, a quien saludó cordialmente. El cielo estaba gris y una leve brisa húmeda otorgaba una atmósfera tenebrosa al lugar.

–Hoy no hace tanto frio – dijo el jefe cuando Cristóbal lo saludó – Vamos a trabajar hasta que se nos acabe la luz. Así terminamos lo antes posible y no lo molestamos más. – dijo sonriendo.

–No es molestia. Pero yo le sugiero que vayan a descansar. Hoy no hace frío, pero yo diría que va a llover. Va a llover bastante. – Dijo mirando hacia el cielo con un ojo entreabierto.

–No se preocupe amigo mío, que vinimos preparados– respondió, mostrándole un termo.

Cristóbal le devolvió la sonrisa y se despidió. Avanzó tranquilamente, contemplando el puente casi terminado.

A la mañana siguiente estaba ensillando a su caballo cuando vio pasar a un grupo de jinetes a toda velocidad. Se dirigían hacia el río. Se apresuró en montar y corrió detrás de ellos.

Cuando divisó la orilla, Cristóbal pudo ver la magnitud del derrumbe. El cerro había perdido casi un tercio de su altura. Los escombros y el barro habían transformado el río en una especie de pantano irreconocible, incluso para los lugareños. El puente seguía intacto, pero tres enormes rocas habían caído en el lecho del río y desviando su cauce hacia el sur, lejos del camino.

Apuró su montura y se acercó a la orilla. Allí se encontró con el jefe de los afuerinos, que miraba ensimismado hacia su gran obra, rodeada de pedruscos y despojos de madera. Cuando escuchó acercarse a Cristóbal, se dio la vuelta y sonrió, resignado.

–Se harán postales acerca del puente más ridículo del mundo, el puente sin río. – Dijo, ahogando una carcajada.

Sin responder, Cristóbal descolgó de su hombro una pequeña cantimplora con vino y se la ofreció, posando una mano sobre su hombro.

Mientras el forastero bebía, a Cristobal le pareció ver un resplandor a sus espaldas, justo debajo del puente. Comenzó a avanzar, atraído por una extraña sensación de urgencia, como si el río siguiese allí y le pidiera cruzarlo. Hundió los pies en el barro y caminó con desconfianza hacia el roquerío, ante la mirada atónita de los presentes. Quería dar la vuelta, pero le era imposible. A medida que avanzaba el llamado crecía en su interior, casi podía escuchar esa corriente ensordecedora de antaño. Cuando estuvo a pocos pasos ya no tuvo la menor duda de lo que encontraría. Se dejó caer de rodillas, sin poder contener las lágrimas. Era el reloj de su padre.

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Aquiles Vargas del Campo

Hermoso relato, aunque creo le falto mas fuerza en un desarrollo mas dramatico en la situacion puente-derrumbe-muerte-restos del padre, tal vez podria haber desarrollado algo mas de tension en el proceso de construccion.
De todas formas muy buen esfuerzo

Patricia Araya

buen relato, emotivo, me parece que el término es muy abrupto, debiera desarrollarse más.

carmen sarue

,Me gusto mucho tu relato bien escrito ,ameno y sensible a una situación muy de hoy entre hombres de la tierra y los diplomados. Linda pluma! Bravo

Cesar

Excelente muy buen relato lo encontré así como de suspenso muy buen relato gracias.

Norma

Hola, muy buena la historia y respetuosa de los campesinos con un final impactante. Genial

Cecilia Saa

Este relato me gusto mucho. Es tan simple pero de una gran profundidad. Felicidades.

Susana Buffelli

Muy lindo relato,el paisaje, el «afuerino»
y sobre todo el final. Imagen muy tierna en medio del barro,rocas y caprichos.
Felicitaciones

Rosario Solar

Voy al sur con frecuencia. Este relato tiene mucho de los pueblos que aún están ahi, con la tierra con el saber que da el vivir en ella y con el vinculo con los progenitores. Todo eso como el río con fuerza en la ciudad es arrastrado hacia ningún lado y nos quedamos sin nada a veces.

Marcel Cofré

Me gustó, felicitaciones

luis vergara

Muy buen relato, excelente escrito y muy ameno, felicitaciones

Andrea

Buen relato y el final esperado/inesperado

Laura Klappenbach

Me encantó lo ameno y la tensión hasta el final.
Sin embargo me faltó más claridad ,y detalles ,en el traspaso del presente y el recuerdo de la experiencia con la pérdida de su padre.
La imagen del puente sin agua ,no se me va a olvidar.Gracias Iván ,por el buen momento que pasé con tu cuento .

Rosa Candia Candia

Me encantó el relato, bien escrito, solo hubiera desarrollado un poco más el final, Felicitaciones¡¡

Sandra García Hernández

Me gustó mucho el relato, siempre se mantiene el suspenso y entretenido al lector, es necesario desarrollar una segunda parte de la historia.

Martín Celis Gómez

Hola Iván.
Desde la ignorancia literaria, puedo decir que tu cuento es muy emotivo y atrayente. Logras entregar al lector, imágenes del lugar y las personas, hasta se puede oír las voces de los personajes.
Que linda analogía haces para hablar la modernización y cómo esta, a veces no es la solución, me encantó el cierre tan «circular», (no diré más para no «spoilear») Te felicito por tu cuento.

Jorge A. Fernández

Muy bonito relato. Destaco la ambientación, muy bien explicada. Permite imaginarse los acontecimientos. El final lo encontré muy abrupto, creo que faltó algo más. Te sugiero revisar algunos párrafos que tienen inconsistencias en los tiempos verbales, pero son solo algunas palabras. ¡Felicitaciones!

María Angélica San Martín Espinoza

Excelente narración. Me pareció leer a Juan Rulfo u otro cuentista de los buenos. Horario Quiroga, Cortázar , entre otros.
Felicitaciones.
Buena estructura y redacción .

Jorge León Sánchez

Muy buenos comentarios has cosechado amigo Iván. La lectura de esta hermosa historia está facilitada por un buen escrito, donde tu lápiz amigo es muy prolijo, escribe con mesura y facilidad. Me gustó el tema con frases y palabras justas y amenas; todo se entiende y se lee de corrido sin parar a rebuscar el significado de la lectura. Te felicito, creo que se podría dar el gusto a más de alguno, en agregarle algo de emoción en algunas escenas, más llorisqueo, lamentos, etc. Saludos.

María Angélica San Martín Espinoza

Ya había dejado el comentario. Pero no lo encuentro.
Me gusto el relato. Hay creatividad, esmero y el lenguaje funciona en la descripción de la situación de

Miriam Sonja

Me entrtuvo a pesar del abrupto final le pondría un poquito de suspenso y picardía tiene los requisitos el entorno y los personajes.

Mane

Me encanto, nos lleva en el paisaje y el tiempo, aporta sensaciones, muy bueno

Max

Bueno , se siente el clima . Se hacen las transiciones temporales con naturalidad.

Angélica Muñoz Marchant

Felicitaciones al autor, es un cuento que se destaca por sus descripciones pero, para mi gusto a la historia le falto más desarrollo ya que el final me resultó muy abrupto.

Guadalupe Corrales Cosmelli

Maravilloso cuento que nos recuerda que como seres humanos somos soberbios y no respetamos a la naturaleza.

Ponce

Entretenido relato, me mantubi a la espera de un final excitante. Por un momento pense en que encontraría el cuerpo de su padre(osamentas). O quizas Cristobal ya se ha ia combertido en un adulto digno del reloj. Y asi llevar el peso del tiempo. Buenísimo

Marcial Ismael Labbé Sánchez

Gracias por el relato, y por llevarme hacía un mundo que tenía olvidado, ese mundo se llama lectura

Mildred

Excelente relato, con descripciones muy vívidas. Me gustó mucho. Felicitaciones

Juan

Me gustó el relato, por la idea del reloj fija en el recuerdo de su padre al final la Providencia le devuelve lo preciado.

Rosy

Me pareció un cuento emotivo.

Juan

bastante entretenido, me trajo recuerdos del Toltén y sus crecidas también del estero Porma allá cerca del mar los sonidos, el susurro de los remansos y los gritos de la crecida, en cuanto al cuento me pareció bueno, con algunos ripios perfectibles en su dramatización, aunque entretenido y acogedor…..

Teresa

Iván Olguín, tiene unos relatos interesantes y entretenidos. Su narrativa parece de un experto, es muy entendibles. Además, los temas son tratados con naturalidad creando expectativa. Un final inesperado y bonito. Por lo menos la construcción del puente sirvió para encontrar el reloj del Padre.

magdalena pardo

simple y profundo a la vez, me gusto mucho, el final muy rápido podrían haber mas detalles, saludos cordiales

Joaquín Boilet Monroy

Estoy de acuerdo con quienes dicen que el relato es entretenido, pero también estoy de acuerdo que el final es débil, no hay una relación entre encontrar el reloj del padre y la importancia que para el tendría. En ningún pasaje del relato anterior hay una mención a lo importante del reloj.

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