Muy temprano comienza a vestirse. Lo hace con extrema parsimonia, no descuidando ningún detalle. Se acomoda su traje rojo, calza sus botas negras de cuero, rodea su abultado abdomen con el grueso cinturón de hebilla plateada. Antes de ponerse los guantes blancos, maquilla sus pómulos y mejillas para darles un tono más bonachón. Peina cuidadosamente su pelo cano y repasa su barba del mismo color, moviendo un pequeño cepillo de arriba a abajo hasta conseguir un aspecto más esponjoso. Deja para el final el gorro de rojo intenso adornado con un tierno pompón blanco que balancea por sobre el hombro derecho. Se mira al espejo, sonríe y practica un sonoro jo-jo-jo.
Jorge, como cada día, de lunes a viernes, de enero a diciembre, se levanta sin ganas, preguntándose si es tan necesario ir a trabajar y se responde que sí. Se pone su traje institucional, de pantalón azul y camisa blanca, con el logo del banco bordado en el bolsillo izquierdo. Distribuye hacia un lado con la peineta las escasas hebras de pelo que le quedan y deja para el final la piocha con su nombre que engancha justo debajo del bordado: Jorge Delgado, cajero.
El hombre de rojo toma su costal, lo coloca en el piso, acomoda algunas cajas envueltas en papel de regalo, lo levanta, lo mueve de arriba a abajo como calculando su peso. Se dirige luego a un mueble con cajones, abre uno de ellos, saca un pequeño revólver, lo coloca en la mesa y procede a cargarlo con seis cartuchos, lo mete dentro de una bolsa de tela de color rojo con lunares verdes y con cuidado lo acomoda entre los otros regalos. Esboza una sonrisa y repasa mentalmente un jo-jo-jo.
Jorge toma un rápido desayuno que no alcanza a ser más que un té y una tostada con mantequilla. Observa a su mujer que comienza a levantarse y no sabe si despedirse o reprocharle lo que quedó pendiente de la discusión del día anterior, del anterior y del anterior o simplemente decirle un “chao”. Opta por un cómodo silencio. Sale de la casa y alcanza a ver al vecino que, para evitar que lo descubran infraganti, se aleja rápidamente luego de haber dejado otra vez la basura en el canasto contenedor de la casa de Jorge. Quiere gritarle e insultarlo con las peores palabrotas que salgan de su boca, pero opta por callar, por seguir siendo buen vecino y no llevarse mal con nadie, ni siquiera con la señora que todas las tardes pasea el perro que usa como baño el árbol que está afuera de su casa y que, religiosamente, Jorge debe limpiar cuando llega del trabajo.
Se coloca los guantes blancos, toma una pequeña campana de bronce de la mesa de arrimo, se lleva el saco a la espalda y sale de la casa. Afuera causa expectación, especialmente cuando se sube a la moto scooter que luce un reno estampado en un costado y unas cornamentas a ambos lados del manubrio. Acomoda el saco entre sus piernas y acelera rumbo al banco.
Jorge llega a su trabajo y escudriña las caras de sus compañeros cajeros: Martínez y Godoy. Quiere regalarles un “hola” y una sonrisa, pero siente que en el fondo odia con todo su ser a cada uno de ellos. Sabe lo que comentan a sus espaldas, sabe que mofan con su calva y su apellido que contrasta con su contextura y que, como él, cuentan los días que faltan para que jubile. Opta por el “hola”, no me pidan las dos cosas, piensa. El jefe los instruye respecto de lo agitado que estará este día 24 de diciembre y que deberán trabajar a toda máquina. Mira a Jorge, le reprocha delante de todos la lentitud que ha tenido otros días y le dice que él estará hoy a cargo de la caja preferencial para tercera edad, embarazadas y personas en situación de discapacidad. Tú tienes paciencia, le recalca. A Jorge le comienza a saltar el párpado derecho y se empieza a dibujar una explosiva mueca de rabia en sus comisuras que logra reprimir imaginando miles de formas de matarlo y simplemente asiente con la cabeza. Su cabeza se revuelve pensando que tendrá que lidiar con ancianas que rompen sus alcancías y quieren convertir monedas en billetes, abuelos sordos que no escucharán las instrucciones, mamás que le hablarán de sus embarazos y le preguntarán si él tiene hijos. Y todos, pero todos, irónicamente se despedirán con la descarnada frase: “Feliz Navidad”.
El banco lleva abierto solo media hora y ya está repleto. El hombre de rojo entra y se le acercan niños para saludarlo, le dan la mano, le tocan la barriga y aprovechan de decirle que no se olvide del regalo que le pidieron en la carta. Él les sonríe con los ojos y la boca, los saluda, les da la mano, les dice con voz de barítono que recibirán sus regalos si se han portado bien y termina cada frase con un jo-jo-jo. Se coloca en la fila de una de las cajas que parece interminable, pero el guardia se le acerca, lo toma del brazo y le dice que él puede hacer la fila más corta de la caja rápida. El hombre de rojo acepta y se ubica detrás de una joven embarazada, una abuela con una alcancía y un viejo con un audífono.
Jorge ve cómo Martínez y Godoy atienden a muchos clientes, haciendo avanzar rápidamente sus filas, mientras que él va a paso de tortuga. Ve esfumarse la comisión por productividad de ese día, que el jefe prometió como incentivo para trabajar más velozmente. Escudriña su fila y para colmo de males, no conforme el universo con enviarle tanta prueba a su paciencia, le coloca un orate vestido de Santa Claus que ya desde lejos le muestra un rostro tierno y angelical.
El hombre de rojo finalmente llega a la ventanilla, deja el saco en el suelo, saca la bolsa roja de lunares verdes y le pasa un papel a Jorge. Él lo comienza a abrir mientras levanta rápido la vista. El hombre de rojo lo mira con ternura y le hace un gesto presionando el dedo índice sobre los labios. Jorge lee la nota:
“Guarda silencio, mantente calmado y natural”
El hombre de rojo le pasa la bolsa roja de lunares verdes a Jorge y le dice: “te traje lo que me pediste en tu cartita”. Lo mira de frente, le guiña un ojo, le ofrece una sonrisa y agrega: “solo tiene seis balas, aprovéchalas bien”. Se despide con un “feliz navidad”, se pone el saco al hombro, se da vuelta y profiere un sonoro
Jo-jo-jo.
Increíble lectura y final inesperado ! Siempre tu p,luma agil y llena de tu estilo.me gusto mucho y te fel,icito
Gracias Carmen por tus comentarios.
Me encantó tu relato, especialmente el final inesperado. Sigue así.
Gracias por tu comentario.
Buenísimo, Ronnie.
Me gustó mucho tu relato.
Jo jo jo
Gracias Raúl. Un jo jo jo para ti …
Un excelente relato, muy bien escrito, entretenido y de final sorprendente Felicitaciones Ronnie.
Gracias Cecilia.
Buenísimo Ronnie, como siempre!!
Haces volar la imaginación al punto de hacerme sentir en el banco!!
Lo imprevisto del final… excelente
Gracias Susana por tu comentario.
!Excelente! Sincronizados ambos personajes y aún asi nada hace presagiar el final. Me encanto
Gracias por tu comentario Viviana.
Estoy un poco lenta. Hay dos planos uno es el trabajador del banco, el otro? No lo sé qué relación hay entre sí.?
Roni disculpa no manejo las técnicas del cuento.
Hola. Se utilizó en el cuento la técnica de montaje alterno, donde hay dos planos, dos imágenes o dos historias que se van cruzando y se van contando en paralelo hasta que se juntan . En este caso un personaje es el hombre de rojo (Santa Claus) y el otro es Jorge, un cajero de banco. El cómo se juntan sus caminos está en el desarrollo del cuento.
En esta página hay otros cuentos de mi autoría utilizando otras técnicas (La Mano, Héroe Nacional, Arena, Caída libre y otros) . Le tengo cariño al cuento «El cumpleaños» que utiliza el estilo carnavalesco, con lenguaje coloquial, popular, con cacofonías y redundancias. Lo creé hace años contándoselo a mis hijos en las noches y en pandemia lo llevé al papel. Un abrazo y gracias por tu comentario.
Cuando Jorge, descontento con su vida, en un trabajo que no le gusta, que lo estresa, decide pedir por alguna vía, que Pascuero le regale «algo» que le permita terminar con su pesadilla de vivir la tortura de un trabajo que odia, uno piensa cuántos «Jorges» pululan por el mundo, arrastrando su
descontento, su fracaso, su frustración y, sin embargo, no son capaces de levantarse y decidir cambiar ese estado de cosas que tanto le acongoja. Por otro lado, Pascuero, tradicionalmente reparte juguetes a los niños, no deseos, pero éste, al parecer conoce el alma de cada sujeto y le da a cada cual lo que, en su intimidad, desea.
Se mezcla realidad y fantasía, a mi juicio, bien lograda
Gracias por tu comentario y análisis del texto. Muy de acuerdo con tu reflexión.
Ameno, triste y amargo a ratos y con un final inesperado. Ese pascuero que bien conocía sus deseos. Muy bueno, felicitaciones al autor.
Gracias Cecilia.
Ronnie
Segunda lectura, más interesante. Bien escrito.
Gracias María Angélica.
Me agrada tu estilo de escritura, Ronnie. Felicitaciones por Jo Jo Jo.
Gracias Mariana.
Me gustó el trabajo de ambos personajes, cuando convergen toman todo el sentido y se complementan!! Tu estilo es único Ronnie!!
Gracias por tu comentarios Cecilia.
Las temáticas de los cuentos son los monstruos de Navidad, sin embargo en los comentarios poco es opina de ello. Este cuento es ágil y eso se logra por el gran montaje alterno en el que se va desarrollando la historia, sin embargo, volviendo a lo que uno estos relatos es difícil no caer en cuenta en el desgano, en la rutina, en la vida sin sentido que muchos Jorges en el mundo llevan a cabo. La depresión es sin duda un monstruo que no aparece exclusivamente en las fiestas de fin de año pero que sin duda en dichas fechas aumenta su ferocidad. El final del cuento, un giro de genialidad de esos que hace querer tanto el acto de leer. Feliciraciones Ronnie, un gran cuento!!
Gracias por tu comentario y tan lúcido análisis Ramiro.
Una vez ví una película en dónde unos santas asaltaban una sucursal de un banco con armas ak47 muy sangrienta en dónde solo el jefe de la banda quedó vivo .claro está en que este recibió 2tiros en el cuerpo.el joven de la película repartió entre las viudas la parte que se habían ganado los fallecidos amigos de él.
Interesante. Gracias por tu comentario.
La primera vez que escuché tu relato no me atreví a hacer comentarios porque me distraje en la lectura y luego me perdí en el montaje.
Me parece un texto impecable, no podría agregar mucho más respecto a los comentarios que ya se hicieron.
Pero a propósito de tu «sello», me sumo a la admiración. Cada vez que leo uno de tus textos intentó descifrar la claves jajajja. Por ahora mi tesis es que tu estilo es una mezcla muy bonita entre un vocabulario único (como si hicieras una selección de palabras) y un ritmo de escritura pausado pero decidido. Me gusta mucho. Además está el sentido del humor.. voluntario o involuntario, allí está. Me recuerda un poco a la obra «El Alienista» de Joaquim Machado de Assis.
Te felicito Ronnie, siempre un gusto leerte.
Gracias por tus generosas palabras con el texto y tus comentarios Iván. Incentivan a seguir escribiendo.
Hola. Entretención es lo que intento hacer como escritor y lo que siempre busco como lector y este relato lo hace. Llevas al lector por un camino, lo guías a pensar de tal manera el final y luego, justo antes de tomar aire, das el toque final. Sorpresa!! jajaja. Buenísimo el cuento R.R, te felicito
Gracias por tu comentario Juan Carlos. Es un incentivo a seguir escribiendo.
Te felicito R.R. Un interesante y entretenido cuento. Me mantuvo atenta esperando un desenlace que es inesperado. Gracias por tu producción escrita.
Gracias Andrea por tus palabras y comentarios.
Me gustó el montaje alterno. Nunca supe, hasta el final, adónde conduciría. La Navidad puede ser sinónimo de abatimiento para muchos. Felicidades por tu cuento, y ese final abierto… Usará su regalo? En quién?
Gracias Lily por tu comentario. Quizá usará su regalo… material para otro cuento jajaja