La apuesta, por Carlos Poveda

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El tipo bajo, de sombrero de fieltro, llegó acompañado de un individuo flaco de barba incipiente. Sacó, el primero, desde uno de los bolsillos de su gastada campera una botella, al parecer de ron, por el color dorado oscuro del líquido. La abrió, escanció un buen trago y se la pasó al hombre flaco, de barba incipiente. Se sentaron sobre el pasto, conversaban de forma silenciosa casi inentendible.

Logan continuó con su lectura en el improvisado refugio, entre los arbustos, en la pequeña colina. Ese sitio constituía su tesoro, por la tranquilidad que le brindaba. Además a esa parte no iba nadie. Bueno, la excepción hace la regla, como en esta oportunidad. Luego, Logan vio una segunda botella en manos de uno de los tipos. Tirada, en el suelo, cerca de ellos estaba vacía, la primera. Con dificultad, el sujeto del sombrero de fieltro se puso en pie, le dio la espalda a su socio y orinó, largamente. Estaban bastante ebrios. Logan quiso emprender la retirada. Apenas termine este capítulo me largo. Eso discurría cuando vio llegar una segunda pareja de hombres.

Algo lo puso en alerta. Miró la vía de escape; resultaba imposible irse sin ser visto. Abortó la idea de seguir leyendo y de escapar; se quedó quieto.

Los tipos hicieron contacto con los borrachines; intercambiaron algunas palabras. Uno de los recién llegados, alto, corpulento y con cara de pocos amigos, al cual Logan llamó Pete El Negro por el parecido con el personaje comic, se despojó de una mochila que portaba, que dejó en el suelo y de su sobretodo gris. Lo lanzó a su compañero quien lo tomó en el aire sin dejarlo caer. En la mano derecha, apareció un revólver, le quitó las seis balas. Las guardó en un bolsillo de su pantalón.

Logan notó un detalle: los recién llegados calzaban botas militares. Ahora, el flaco de barba incipiente, se tambaleaba de lado a lado, con las piernas separadas, el cuerpo inclinado y un cuchillo en su diestra, frente al tipo del revólver. Se trataba de un duelo, no había duda. Pete El Negro asía el arma por el cañón. Comenzó  a girar en torno al tipo del cuchillo, sin quitar la vista del afilado puñal. El  brazo que sostiene el arma, está levantado. Una puñalada cortó el aire lejos del blanco y luego otra y otra y varias más. Todas al vacío. De pronto, en un contraataque, Pete El Negro descarga un golpe y la empuñadura del revólver da de lleno en la sien izquierda del beodo, produciendo un sonido seco, como cuando se rompe la rama de un árbol. El hombre cayó al suelo. Después de un gran esfuerzo tomó la vertical; sólo para recibir dos enormes cachazos que terminaron dejándolo fuera de combate.

–¡Suficiente sargento! –grita su compañero–. Dejémosle pega a su compinche.

De la mochila, extrae una gran roca y la deja caer a los pies del hombre del sombrero de fieltro.

–¡Remátalo, Jim!

El aludido mira a su alrededor.

–¡Ni lo pienses Jimmy!–. Y sacando un arma de una de sus axilas apuntó.

El hombre bajo del sombrero de fieltro se inclina, resignado, coge la roca con ambas manos y la descarga, con fuerza sobre la cabeza de quien fuese su compañero, hasta hace unos momentos. Reiteradas veces el pesado peñasco sube y cae sobre la masa craneana de la víctima.

Cansado por el esfuerzo, Jimmy se para, ya no tambalea, ya no lleva su sombrero de fieltro; mira sus manos, chorrean sangre; cabeza gacha mira el cuerpo fenecido de su amigo.

–¡Arranca maldito, no te quiero ver más!– aulló uno de los hombres con botas militares.

Corrió lo más rápido que pudo, dando tumbos sobre el pasto. Pete El Negro, sacó la última bala del bolsillo de su pantalón, terminó de cargar su arma, la levantó y apuntó; los cuatro disparos dieron de lleno en el cuerpo del infortunado. No se levantaría, en absoluto, por su propia voluntad.

El ruido de los balazos asustó al carancho que descansaba en el pastizal; después de un pequeño trote elevó el vuelo y se posó sobre los cercanos matorrales. Pete El Negro mira a su socio.

– ¡Oye, Jerry, veinte dólares  al primer tiro!

–¡Hecho! –recibe por respuesta.

Logan vio posarse un ave muy cerca de él, en su refugio; intentaba acariciarla cuando sintió que le estallaba la cabeza.

– Erraste el tiro–, rió Jerry y alargó la mano para recibir el billete de veinte dólares. Lo miró y contempló la imagen del Presidente Andrew Jackson; un vistazo por el envés le sacó una sonrisa al ver la estampa de la Casa Blanca y leer la frase: “In God We Trust”.

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Rebeca

Me mantuvo atenta en cada párrafo.
De hecho, pasé del mail aquí.
Creo que eso es lo sustantivo. Manejas admirablemente la técnica y tus personajes son interesantes, así como lo es el punto de mira del relator.

Clara

Es dinamico y entretenido de leer…

Alejandro Hispa

No me gustó. Me pareció una serie de situaciones poco hiladas entre sí, buscando impresionar.

Sergio

Terrible por lo que se expresa en subtexto. Las consecuencias de malos valores y deformaciones.

Teresa

Me encantó que terminara con la frase «In God We Trust»

Mariana

Saco por conclusión que para quien no existen los valores, la vida no vale nada. 20 dólares por 3 vidas, ¡puff! Tremendo.

Myriam Weinstein

Me encantó. Me mantuvo tensa hasta el final inesperado.

Lily

Me atrapó desde el inicio. Pude imaginar los personajes y el ambiente. El cambio de tiempos verbales no me dificultó seguir la historia. Pero no estoy segura de haberla entendido bien. Me confundí con la cantidad de balas y las dos armas. Tal vez porque no estoy familiarizada con el género. Entretenido.

Angelina

Me mantuvo en suspenso y entretenida.
Saludos

Marina

Me hizo pensar en el caso Zamudio, la encontré dinámica, la tensión se sintió durante todo el tiempo, un final bien elaborado.
Felicitaciones

Guadalupe

Me quedé con ganas de leer más. No cabe duda que el cuero me mantuvo atenta e interesada.
¡Felicitaciones!

Romi toro

Si muy entrenado,detallado,mantiene la atención …Eso encuentro bueno mantener el alerta..

Adtrid

Me mantuvo todo el tiempo expectante a lo que venía
Felicitaciones

Francisco Antonio Bustos Ubeda

Es el relato del una riña grotesca con desenlaces fatales
El” pinponeo” en el desarrollo de los diálogos de los personajes en la escena ,obliga al lector a releer la trama para entender la acción , que al final deja abierta a la imaginación las conclusiones del relato

Francisco Antonio Bustos Ubeda

Es el relato del una riña grotesca con desenlaces fatales
El” pinponeo” en el desarrollo de los diálogos de los personajes en la escena ,obliga al lector a releer la trama para entender la acción , y que al final deja abierta a la imaginación las conclusiones del relato.

Cristóbal Vega B.

Es una opinión personal pero no me gustó mucho el relato.

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