… la apariencia no finge decir la verdad cuando está mintiendo,
finge mentir cuando en realidad está diciendo la verdad
–es decir, engaña al pretender engañar.
Slavoj Zizek
Cuando son las cinco y media de la tarde, damos inicio a la trascripción en vivo y en directo de la pelea más esperada de la Plaza de Armas. Así es, querido lector, amable lectora, precisamente desde el centro de Santiago, desde el ortocentro de la vida capitalina, desde el epicentro de la actividad comercial, desde el kilómetro cero, desde donde comienzan a contabilizarse las distancias hacia el norte y hacia el sur de nuestro raquítico país. Estamos a punto de presenciar el enfrentamiento que ya esperaban grandes y chicos, propios y extraños, escribas y fariseos, apocalípticos e integrados. Sí, señores. ¡Claro que sí! El ambiente es electrizante. Una multitud enfervorizada se ha agolpado en este lugar para apoyar a su combatiente preferido. Se oyen vítores, silbidos, aplausos. Esto está que arde, señores, que hierve, que estalla. Hace mucho tiempo que no teníamos un encuentro de estas características aquí en la Plaza de Armas y usted lo puede apreciar de primera mano gracias al relato de Sergio Parada, quien les habla, y de Manolo Osorio en los comentarios.
Tiene mucha razón, Sergio. Quizás la última vez que vimos algo similar fue el año noventa y siete cuando se trenzaron a golpes el manicero de la esquina de Merced y el suplementero del Paseo Ahumada. Una pelea memorable, sin duda. Esperemos que esta vez podamos presenciar tan buen espectáculo como aquel.
Eso es lo que todos queremos, Manolo, y eso es lo que tendremos precisamente porque estos valientes se enfrentarán sin límite de tiempo. Un mano a mano como aquellos de antaño, un face to face que promete ser de antología. Un chic to chic como los que bailaba mi madre en su época de mozalbete. Un combate como para colgarlo en el muro del living. Como para contárselo a los nietos. ¡Pero qué algarabía recibe al primer contrincante, señores! Porque en este preciso momento, en este mismísimo instante pone un pie en el ring el legendario Máscara de la Muerte. Ataviado con su tradicional capa dorada extiende los brazos al público como si fuese una estrella de Hollywood. Desde el año sesenta y ocho que no veíamos a este monstruo de la arena en acción. De seguro que nos deleitará con su mítico rosario de lances, con su recordadísima letanía de llaves. La muchedumbre lo alienta y él se quita la capa para lanzarla a sus admiradores. ¡Fuerza, tatita Máscara!, le gritan los más pequeños. ¡Vamos, tatita! Dígame usted si no resulta impresionante que a pesar de sus casi setenta años aún posea tan buena musculatura, Manolo.
Hagamos un poco de historia, Sergio. Recordemos que en la década de los sesenta Máscara de la Muerte era el luchador más popular de la televisión criolla. Junto a sus compañeros de Los Gladiadores del Cuadrilátero reventaron la sintonía en el horario estelar. Con ciento treinta victorias, diecinueve empates técnicos y tres derrotas, nunca un contrincante logró quitarle la máscara. Ninguno de sus seguidores, entre ellos me incluyo, pudimos conocer jamás su verdadera identidad. Cuando el programa de televisión se canceló, Máscara de la Muerte se alejó definitivamente de las cuerdas y no se supo más de él. Hasta que, hace un par de meses, se lo comenzó a ver en la Plaza de Armas de nuestra capital, envejecido, dándole de comer a las palomas. Dónde estuvo todos estos años, qué hizo durante casi cuatro décadas de ausencia es una pregunta a la que no podemos responder. Pero qué gusto nos dio volver a encontrarlo, vistiendo su máscara legendaria y lanzando migajas de pan a las aves. Se convirtió rápidamente en la atracción central de este lugar, robándoles protagonismo a los pintores de la esquina de Ahumada, a los humoristas callejeros, a los músicos ambulantes y a los jugadores de ajedrez. Yo mismo llevé a mis nietos para que conocieran a un grande entre los grandes.
Y bien merecido que se tiene el afecto de la gente este gigante de la lucha, Manolo. Pero volvamos a la arena porque ya principia a hacer su aparición el contendor, queridos lectores. Con treinta años de menos y visiblemente furioso, se abalanza al centro del ring el pintor José Garcés. ¡Qué abucheo, señores! Al público no le resulta simpático el luchador y se lo hacen saber con este recibimiento colmado de improperios y groserías. Pero él se mantiene sereno. Y hay que reconocer que no cualquiera tiene el suficiente temple de ánimo para tolerar, así sin exaltarse, que le menten a la madre, a la hermana, a la hija y hasta a las primas. ¡Qué carácter, caramba! Pero no trae cara de buenos amigos el pintor, claro que no. Si no supiera que está furioso apostaría que le aprietan los calzoncillos de tanto que arruga la frente. O que se ha tragado un litro de jugo de limón antes de dejar sus lienzos y entrar al ring. Pero algo dice, algo le grita a Máscara de la Muerte…
Te voy a sacar la chucha, viejo de mierda. Eso le dice, Sergio. Te voy a quitar la máscara de un solo mangazo, farsante.
¡Uyuyuy! Esto se viene duro, durísimo, Manolo.
Qué quiere que le diga, Sergio. Yo en lo personal no soy adepto a José Garcés, pero hay que reconocer, eso sí, que es un pintor de primer nivel. Ostenta un récord de doscientos cincuenta y siete óleos vendidos, la mayoría a turistas que se los han llevado a países extranjeros. Hay que mencionar, también, que es el encargado oficial de realizar los retratos que de sí mismos cuelgan los alcaldes de Santiago en su oficina. Pero eso de que la fama se la haya subido a la cabeza y de que se ponga a desafiar a un grande como Máscara de la Muerte, Manolo…
La acción inicia ante la algarabía general y José Garcés arremete con todo. Vean con qué facilidad levanta al tatita Máscara para dejarlo caer de bruces contra el pavimento. Un bien realizado suplé. Sin duda el retador ha comenzado con el pie derecho y vuelve a la carga para continuar el castigo, pero el tatita sabe lo que hace y utiliza sus piernas como una auténtica tenaza directo al cuello. El pintor no puede moverse y ahí lo vemos volar por los aires directo a la primera línea del público. Ojo por ojo, diente por diente reza la antiquísima Ley del Talión. Pero el caído se incorpora con rapidez y brinca cual torpedo para incrustarle la cabeza medio a medio en el abdomen a Máscara. Qué golpe, señores. De seguro que después de algo así no se puede hablar con facilidad, pero el ex Gladiador del Cuadrilátero tiene oficio y se mantiene de pie. José Garcés no tiene ganas de detenerse y se incorpora rápidamente, se acerca al tatita, juego de manos y… ¡brazo martillo! Máscara de la Muerte sale proyectado sobre el hombro del pintor y cae por segunda vez. Está aturdido y solo atina a sentarse, pero cuidado Máscara, estás sentado sobre un barril de dinamita porque ahora toma distancia de cinco pasos Garcés, una corta carrera y vuela por los aires para caer directamente sobre su adversario y conseguir el primer toque de espalda. ¡Uno! ¡Dos! Pero el tatita Máscara logra zafarse, Manolo.
De más está decir que el señor José Garcés, contra todo pronóstico, está demostrando poseer habilidades que ni siquiera sospechábamos. Y es que resulta difícil suponer que un pintor tan delicado pueda realizar tales muestras de agilidad. Pero cuando una persona se encuentra animada por la furia, sobre todo después de hacer tamaño ridículo como es el caso…
***
Declaración de José Garcés
Puedo explicarlo todo, pero necesito que me permitan comenzar por el principio. Yo no soy un sujeto pendenciero, al contrario, soy más bien un tipo tranquilo, quitado de bulla como se dice. Me levanto al amanecer, me ducho con pulcritud y desayuno contundentemente. A las nueve de la mañana en punto me hecho los lienzos, el atril y las pinturas a la espalda, bajo los cinco pisos de mi edificio por la escalera y camino las tres cuadras que me separan de mi lugar en la Plaza de Armas. De vez en cuando me vanaglorio de ser un buen pintor, eso no lo voy a negar pues ustedes ya me conocen. Gano el dinero suficiente para mantener una mujer, un hijo, una amante y un par de vicios inofensivos. Tengo una vida ordenada y con eso me basta. Sin embargo, con la llegada de ese vejete enmascarado a la Plaza de Armas mi tranquilidad sufrió un revés desagradable. Y no porque me resultara incómodo de buenas a primeras el hecho de que se sentara en un escaño cercano a mi puesto de trabajo. Nada de eso. Permítanme decir que yo, como todos ustedes, conocía su leyenda y lo admiraba. Que fui uno de los primeros en acercarme a él para brindarle mis respetos e incluso que, a instancias de mi hijo, le ofrecí retratarlo para inmortalizar con mi arte los llamativos colores de su máscara. Ese fue mi gran error.
Declaración de la amante de José Garcés
No hay que buscarle la quinta pata al gato por el simple hecho de que tiene solo cuatro. Eso le dije yo a José Antonio pero al muy pelotudo le dio con eso de que Máscara de la Muerte era un farsante, que algo escondía, que por alguna razón nunca se quitaba la máscara ni mostraba su verdadero rostro. “Y a ti qué te importa eso”, le dije, “el viejo no le hace daño a nadie”. Pero él se cree tan importante que no podía tolerar que otra persona fuera más famosa que él en la Plaza de Armas. Entonces para qué le iba a hacer un retrato, le pregunté. Pero como no le puede decir que no a su hijito se lo hizo igual. Seguramente la sometida de su esposa también se lo había pedido. “Mi chancho”, le dije, “para qué se mete en huevadas si el viejo le cae mal”. Pero es tan porfiado este huevón.
Declaración de un pintor colega
A Garcés le gusta el hueveo. Estoy seguro de que le ofreció retratarlo al viejo para sacarnos pica. Claro, no podía dejar de aprovecharse de la fama de Máscara de la Muerte. Y le resultó al muy hijo de puta. Mientras lo tenía posando la gente se achoclonaba en su puesto y vendió todos los cuadros que tenía en exhibición. Nosotros tuvimos que conformarnos con mirar cómo ganaba plata. Pero se cree tan bacán el huevón que nos apostó que lograría quitarle la máscara al viejo para conocer su verdadero rostro. “Ni cagando”, le dijimos, “primero te saca la chucha”.
Declaración del hijo de José Garcés
Sí, yo estaba ahí cuando mi papá le dijo que era un farsante. Había harta gente y a mí me dio vergüenza porque yo había buscado en Google y todas las páginas hablaban cosas buenas del tatita Máscara. Yo no sé para qué mi papá hizo eso. A mí me gustaba ir a ver cómo lo pintaba en el cuadro y ver a tanta gente que se acercaba para pedirle un autógrafo al tatita, pero no me gustó nada cuando se pusieron a pelear. Porque yo sabía que mi papá no tenía que decir que era mentiroso así que le encontré razón al tatita cuando dijo que el farsante era mi papá porque creía que pintaba bien pero que pintaba puras tonteras. Que sus pinturas eras falsas, le dijo, que hasta él, que era un simple luchador, podría pintar algo muchísimo mejor. Además, era verdad que el cuadro no había quedado tan bonito porque el tatita Máscara se veía más gordo de lo que era.
Declaración de la esposa de José Garcés
Llegó a la casa vuelto loco. Dejó los lienzos y las pinturas en su pieza de trabajo y me dijo, perdonando la expresión, que qué se creía ese viejo culiao que lo venía a desafiar. Yo había preparado albóndigas, pero él no quiso comer. Me dijo que tenía que pensar en una buena pintura para demostrarle al viejo quién era el verdadero artista. Para qué te calientas la cabeza, Pepe, le dije. Pero nada, no había cómo tranquilizarlo. Mi hijo después me contó que el viejo le había dicho que era capaz de hacer una pintura más verdadera que las suyas. Que lo había desafiado… y yo sé por experiencia que no hay que llevarle la contra a Pepe. Cuando se meten con su trabajo arde Troya. Nunca me hubiera imaginado, eso sí, que el tatita se las traía.
Declaración de un músico callejero
Lo que le pasó, le pasó por querer mirar debajo del agua. En la Plaza de Armas todo se sabe, más aún cuando uno es del ambiente. Se había corrido la voz de aquello del desafío de pintura y como el señor Garcés y Máscara de la Muerte eran respetados, no había quien aguantara la curiosidad para ver en qué terminaba el asunto. Por supuesto, cabía la posibilidad de pensar que el viejo estaba loco porque nadie en su sano juicio sería capaz de pretenderse mejor que Garcés. Por eso el día en que se había fijado la exposición de las pinturas mis compañeros y yo decidimos posponer nuestro show de música andina. Valía la pena sacrificar algunas horas de trabajo pues la expectación era general. Garcés fue el primero en aparecer, mucho más tarde de lo habitual, y colocó su lienzo en el centro de la Plaza.
Declaración de un jugador de ajedrez
Llegué a la misma hora de siempre pero no para jugar, sino para ver las pinturas. Sólo exhibía el maestro José Garcés. La plaza de Armas estaba repleta. Oficinistas, extranjeros, curiosos. Me acerqué para ver el cuadro y me llevé una impresión de los mil demonios. Sobre el lienzo, Garcés había pintado un puñado de migajas de pan tan perfectas que un grupo de palomas picoteaban el lienzo sin entender que se trataba de una obra de arte. La mejor obra de arte que yo he visto en mi vida, pensé. El pobre viejo no tendría ninguna posibilidad frente a ese prodigio.
Declaración de un comediante callejero
No tenía sentido comenzar con mi rutina porque después de la tremenda gracia del pintor no me iban a pescar ni en bajada. Miren que palomas picoteando un cuadro, dónde se ha visto esa huevada. Ni cagando me ponía a contar chistes. Más encima que el tatita Máscara no llegaba nunca. Esperamos una hora hasta que se dignó a aparecer. La gente le abrió el paso y se acercó y miró la pintura y dijo que estaba buena, que le había gustado, pero que en ningún caso era mejor que la suya. “Y usted qué nos trae, tata”, le pregunté. El viejo, con toda parsimonia, nos invitó a conocer su pintura.
***
Hagamos un breve recuento, Sergio. José Garcés corrió para ver el cuadro que había realizado el tatita Máscara y se encontró con la pintura de un velo. Sí, como lo leen queridos lectores, un velo tan verosímil que logró engañar a todos los presentes, incluido a Garcés. ¿Cómo podrían saber que no era un velo sino la pintura de un velo? Entonces José Garcés, con aire de superioridad, le pidió a Máscara de la Muerte que le enseñara lo que había detrás del velo, que le mostrara su pintura. Y fue en ese momento que Máscara le dijo que un buen pintor podría engañar a las palomas, a los animales, imitando la realidad. Pero que él, Máscara de la Muerte, engañaba a los humanos imitando el disimulo de la realidad. ¡Qué hombre! ¡Qué filósofo más exquisito había resultado ser Máscara de la Muerte! Pero Garcés no le creyó nada y se enfureció y se abalanzó sobre el lienzo para destaparlo, para correr aquel velo pintado y solo consiguió hacer un ridículo de proporciones. Todos los espectadores rieron asombrados y se rieron también de la actitud del pintor. Recordemos también que fue en ese instante, cuando se percató de que era el centro de las burlas de la muchedumbre, cuando José Garcés tomó la decisión de retar al ex Gladiador del Cuadrilátero, Sergio, diciéndole que le iba a arrancar la máscara.
Y qué reto, Manolo. Porque este es un trabajo formidable, titánico de los luchadores. Vamos ahora a lo que es la acción trepidante. Vean ustedes el tratamiento que le ha impuesto Garcés a su contendor. Una turca certera voltea a Máscara de la Muerte que ya parece cansado. Los años no pasan en vano, señores. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo y el tatita de los niños se levanta y le aplica al pintor una cruceta de piernas, un tirante de brazos, una quebradora directa a la espina dorsal. Maravilloso, ¡maravilloso, corazón, maravilloso! Pero Garcés se libera, se escapa del punto de alcance de su rival, toma aliento, prepara los músculos y se lanza con todo. Una desnucadora, una descuartizadora, amables amigos. ¡Qué potencia, qué manejo! El pintor ensaya una barrida, un puente, un rompehuesos. Y no se detiene. Guillotina voladora. Marinete. Parece que ya todo está dicho, Manolo.
Así es, Sergio. No tengo palabras para describir esta carnicería.
Máscara de la Muerte ya no puede levantarse del piso y Garcés aprovecha la oportunidad. El público aúlla enfervorizado. Le va a quitar la máscara, señores, eso es lo que pretende este valiente luchador. Lo que no pudo hacer con la pintura del velo quiere hacerlo ahora. Se acerca, lo golpea en el rostro, lo aturde. Y lo hace, queridos lectores, con ambas manos toma la máscara del tatita y se la arranca de cuajo.
***
Yo no sabía que iba a suceder lo que sucedió. Yo no sabía que iba a salir tanta sangre, se los juro.
Le dije que el viejo no le hacía daño a nadie, que eso de intentar encontrarle la quinta pata al gato era una estupidez.
Y nos ganó la apuesta el hijo de puta, le sacó la máscara al final.
Pobre tatita, yo no sé porque mi papá le arrancó la cara.
Cuando se vuelve loco no hay quién lo detenga. Pero esto es el colmo, yo no me casé con un carnicero.
Para qué intentar mirar debajo del agua. O debajo de la máscara si ahí no hay nada.
Jaque mate. Garcés lo liquidó y se llevó un nuevo bochorno, Máscara de la Muerte nació máscara, no había identidad secreta.
Ese matarife del maestro Garcés. Qué sacaba con arrancar la máscara para dejar al descubierto un cráneo desnudo.
Cierre de trascripción
Interesante la estructura que muestra las diferentes voces de los personajes. La historia mantiene la tensión por conocer las miradas de un mismo suceso. Las voces de los comentaristas esta bien lograda. Existen algunas palabras nuevas con una libre interpretación , que en mi caso, me distrajeron. El final me gustó porque la fama de la máscara estaba cifrada en un desconocido, como todos nosotros ante la vida, que llevamos mascaras según nuestras realidades. ¡Felicitaciones! ¡Un abrazo!
Muchas gracias por tu comentario, Hermes. me alegra que el relato te haya resultado interesante. Creo que respecto de las palabras nuevas tienes razón, he utilizado muchos chilenismos y otros términos específicos de la lucha libre. Y me ha gustado mucho tu interpretación del final del relato. Efectivamente lo que pretendía establecer era que detrás de nuestras máscaras no hay nada. Solo un vacío.
Realmente viví en mi mente el relato, el juego de los personajes y el final simbólico a mi parecer fue genial, te felicito
Muchas gracias por tu comentario, Diego. Eres muy amable y me alegra mucho saber que pudiste sentir el relato. Un gran abrazo.
Excelente cuento, me mantuvo atenta a saber el final. Te felicito. Las voces todas distintas, la redacción maravillosa y entretenida. Imaginé los comentarista con sus audífonos y micrófono relatando la pelea. Excelente final, la máscara de la muerte era mucho mejor que Garcés.
👏👏👏
Muchas gracias por tu comentario, Maca. ¡Qué bueno que logré captar tu atención! Y me alegra saber que logré hacer voces distintas… fue lo que más me costó. Un gran abrazo.
Que buen texto! Me pareció súper entretenido, con una estructura novedosa que te mantiene atento todo el rato. Me encantó como aplicaste la técnica de montaje y los cambios de foco! Felicitaciones!!
Muchas gracias por tu comentario, Vero. Me pone muy contento saber que logré mantener tu atención. Procuré hacerlo lo más ágil posible. Y lo de los cambios de foco me pareció entretenido ensayarlo. Te envío un gran abrazo.
Me encantó
Muchas gracias, María Inés. me alegra saber que el cuento te ha gustado.
Me pareció muy ágil el relato. Un final inesperado. Tal vez extrañé los signos de exclamación.
Muchas por tu comentario, María Paz. Consideraré lo que me mencionas respecto de los signos de exclamación. Te agradezco la observación.
Un enérgico relato lleno de emoción y y pequeños que hacen de el un buen relato y un mejor final. El vocabulario vulgar va con el tipo de gente que muestras.
Muchas gracias por tu comentario, Héctor. Me alegra mucho saber que este relato logró emocionarte, pues ha sido el objetivo. Un gran abrazo.
Magnífica historia, bien narrado como siempre. Se reconocieron fácilmente las distintas voces y el final nos representa a todos.
Muchas gracias por tu comentario, María. Me gratifica que las distintas voces se hayan notado en su diferencia. Has sido muy amable en tomarte el tiempo para dejarme tu opinión. Un abrazo.
Que buen relato excelente, me mantuvo en alerta, te felicito
Muchas gracias por tu comentario, Leticia. Me alegra saber que el texto te mantuvo alerta. Un gran abrazo.
Un coro de mil voces al servicio de un divertido relato. Me imaginé, en mi deformación profesional, la trasmisión del evento y creo que sería un excelente cortometraje. Finalmente la trasmisión de un asesinato.
Pobre tatita!!
Muchas gracias por el comentario, Santiago. Efectivamente escuché muchos relatos de locutores de lucha libre para poder armar este texto. Todo el tiempo me imaginaba también en la transmisión del evento pugilístico. Gracias por tomarte el tiempo de dejarme tu opinión.
Formidable introducción, y un relato ascendente mantiene los pelos de punta todo el rato , los personajes hablan por sí solos .
Muy bueno .
Muchas gracias por tu comentario, Juan. Es muy grato para mí saber que el relato logra construir una curva de tensión ascendente. Un gran abrazo.
Un paseo por la vida, lo cotidiano, el ir y venir de personas, que sin saberlo, están vinculadas entre sí. Un relato entretenido, dinámico, y seductor; que invita a entrar a ese mundo y ser un testigo más de hechos que nos plantean el desafío de ver más allá de lo que demostramos ser, y la emoción de encontrarnos con simplemente nada, porque somos todo lo que reflejamos… increíble! Gracias por compartir y dejarme pensando… eso me agrada! Cariños JC, gracias por existir!
Muchas gracias por tu comentario, Lucy, Creo que has captado perfectamente lo que intenté transmitir, y es precisamente esa conclusión dela que hablas: la inexistencia de una esencia… lo que somos es nuestra máscara, esa es nuestra identidad. Bajo la máscara no hay nada. El pintor comete dos errores. Primero, creer que había algo detrás de la pintura del velo. Segundo, creer que hay algo bajo la máscara. Muchas gracias por tu comprensión y, sobre todo, por tomarte el tiempo de dejarme tu comentario.
Interesante, ágil y a la vez divertido , en cuanto a la estructura novedosa.
Felicitaciones
Muchas gracias por tu comentario, Yrma. Me alegra saber que el relato te ha resultado divertido.
Me gustó mucho ese aire periodístico, con las descripciones de la situación, el ambiente y luego las declaraciones. Me encantó todo el desarrollo y final. Felicitaciones 👏 👏.
Me pareció entretenido y dinámico, con los personajes, yo de estructuras poco sé, sólo leo y si me parece interesante o entretenido, está muy bien para mí, una humilde lectora.
Muy entretenido el relato, y genial el final !!
Excelente relato JC!
Fui un lector y un espectador! «Lo disfruté muchísimo. Estuve ahí, en medio de esa multitud sintiendo, esperando y vociferando. Lo he leído varias veces y no deja de emocionarme. Realmente hay mucho que decir. Cautivador y emocionante. Felicidades, eres un Escritor!
Muy bueno el remate, me encantó, pero incorporar a los relatores de la pelea me pareció excesivo.
Lo que más me impresionó, fue que la lectura fue rápida, cómo si yo estuviera relatando lo que estaba pensando, cómo lo hacían los comentaristas. Fue intenso, veloz. Una tensión de principio a fin
10/10 me encantó. Felicidades
¡Me gustó el relato de la pelea! Narrador principal y comentarista. Ágil, divertido. Un final que aturde. Todos somos la realidad de la máscara que usamos.
Aclaradoras las declaraciones de los testigos.
Gracias por compartir.