1-. Más vale tarde que nunca.
De niño siempre me dijeron tonto, lerdo, idiota, torpe, retrasado. Hoy a mis sesenta y siete años, vine a comprender que no eran ofensas.
2-. El color del cristal.
La muerte es justa y democrática. El que más tiene es el que más pierde, dijo el director de la gran empresa, cuando pronunciaba un discurso frente a sus empleados. Se arrepintió de sus palabras, cuando el puñal del asaltante se disponía a hacer justicia.
3-. La muerte es de todos.
-¿Conoció usted al difunto? -le preguntaron al mendigo que lloraba en la última fila de la capilla ardiente.
-No -respondió-. Por eso lloro.
La sorpresa se insinuó en la cara de los deudos.
-Ustedes lo conocieron, lo amaron o tal vez no y después de todo una vida lo perdieron -dijo el hombrecito acongojado-. Yo en cambio no lo conocí, no compartí nunca nada con él y para colmo ahora lo pierdo.
Con toda propiedad se arrodilló, sacó su pañuelo y siguió gimiendo.
4-. Pequeña brujita.
Nunca se perdonó, cuando su progenitor para castigarla, levantó la varilla de mimbre y sufrió la apoplejía.
5-. Frustración.
Me bañé, me acicalé, me corté las uñas de los pies. Te llamé y ante tu negativa pensé en todo ese tiempo perdido. Nunca debí truncar el arduo desarrollo de mis uñas.
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