1:19am
¡Maldito hijo de tu madre! Agradece que estamos con toque de queda, que choqué el auto, que me da una soberana lata subirme a la bici o caminar un par de cuadras hasta tu departamento para ir a buscarte y arreglar las cosas a la cara… no por whatsapp como a ti te gusta… No, no, no, de frente, aquí, mirándose a los ojos. Agradece pelotudo. Agradece. Que no me gusta el show, que tengo de mantra eso de “virtudes públicas vicios privados”, no como la sarta de locas con las que estás acostumbrado a meterte. Todas locas, todas de patio. ¡Si es como si las escogieras con pinzas! Como tu ex. Sí, tu ex, la vieja chica ordinaria recauchada, tirada a gente. Esa que te manda un whatsapp y ahí sales corriendo. ¡Asume! ¡Asume que le tienes miedo! O por último asume, ponte los pantalones y reconoce de una vez que todavía te gusta, o por último asume que no quieres perder toda la plata que te gastaste arreglándole el caracho y las pechugas para que se viera de tu edad y no como la vieja que realmente es. Porque es más vieja que tú y lo sabes, pero entre tanto botox y operación ni las huellas digitales le quedaron donde las tenía. Porque en este infierno grande, todo el pueblo chico sabe que la doña esa, que hoy se las da de dama de alta alcurnia, llevaba años de circo cuando tú todavía arrastrabas la bolsa del pan. Y que cuando la conociste tenía más recorrido que micro de pácking. A lo mejor eso me falta. Recorrido. Recorrido y ser loca, perra, que te tenga “pa la patá y el combo”. Pero no. Yo no soy así, a mí no me resulta eso de amar en directa proporción con el saldo de la cuenta corriente. En lo único que coincido con tu mamá es en el odio parido que le tiene a la loca de tu ex, pero claro, a la vieja de mierda esa tampoco le gusta nadie, como si fuera muy simpática la vieja. Y tanto que te cela, como si estuviera enamorada de su hijito, como si no tuviera más hijos a los que ir a joderle la cachimba y meterse en sus vidas. Vieja intrusa. Vieja celosa. Como si fueras el gran partido, como si tuvieras 15 años, como si toda persona que se acerca a ti lo hiciera con la intención de sacarte algo, como si todas fuéramos igual de interesadas que la loca de tu ex. Porque si hay algo en lo que tiene razón la viejuja pesada de tu mamá es que la loca recauchada te tuvo siempre de cajero automático. ¡¿Qué digo?! ¿Tuvo? ¡Ja! Tiene… si todavía te saca plata.
A lo mejor si fuera interesada, mala leche, manipuladora, perversa, así como ella lo es contigo, no estaría aquí pegada mirando el celular esperando a que leas mis mensajes. Reconoce también, que te gusta que te traten mal, que te gusta el papel de «pobre weón idiota», «vístima», masoquista, que con toda las cosas que te ha hecho, todavía dejas que trapee el piso contigo, pero claro, te haces el weón y te excusas diciendo que le aguantas para tener la fiesta en paz. Y Paz más encima se llama la yegua.
No. No. Si aquí la culpa no es del chancho sino del que le da el afrecho, y yo te mal acostumbré al afrecho premium. ¿Por qué? Porque mientras la otra te llamaba, te amenazaba con funarte, con no dejarte ver a la bendi, ahí estaba yo. ¿Para qué? Para apoyarte, para decirte “tranquilo, chanchito, todo va a estar bien, lo vamos a resolver, yo estoy aquí contigo”. ¡Pelotuda! Eso es lo que soy, una pelotuda, sumisa, enamorada hasta las patas del pastel más pastel. De la ollita del pueblo, del ex mijito rico ahora sugar daddy. ¿Por qué? Porque yo veo lo que nadie más ve en ti. ¡Tonta! ¡Babosa! ¡Pendeja!
¿Y de qué me sirve tratarte bien? ¿Acompañarte? ¿Apañarte? De nada, porque ahora, ahora cuando yo necesito que estés aquí conmigo, ¿quién está? ¡Nadie! ¡No suenan ni los grillos! Y de seguro te estás mensajeando con la loca de patio, porque llevas 20 minutos “en línea” y todavía no lees mis mensajes.
Como cuando te fuiste de vacaciones. ¿Te acuerdas? Que me engrupiste diciéndome que lo hacías por la bendi, porque ella te había pedido ir. ¡Cuento! ¡Puro cuento! Reconoce que te gusta pasearte y jugar a la familia feliz, para que nadie diga “oh, de nuevo se separó”. Ahí debí haber terminado todo, pero claro, me cuenteaste de nuevo y yo, para variar, te creí. Como la vez que me dijiste que te…
“Hola chanchita, me quedé dormido con el celular encendido. ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Te hago una video llamada?”
“¡Chanchito!, me tenías preocupada. Estabas en línea y no me contestabas (Emoji con lagrimita)”
“Linda mi chanchita. Te amo. Tranquila, estoy aquí acostadito. Mira. Te llamo…”
“Chanchito tonto, cómo no voy a amarte si sabes qué decirme en el momento justo”.
Videollamada de: CHANCHITO.
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