¿Quién hará la colecta? Esta pregunta es habitual para los pobladores de la Villa Esperanza.
-Qué frío tan intenso vecina, ya no lo soporto.
-Sí, vecina. Esto mismo fue lo que le hizo mal al vecino Juan. Yo le dije, vecino Juan tiene que ir al hospital no más, a ver si ahora sí que lo atienden, «fui la semana pasada y me dijeron que tengo que esperar la hora que me dieron, vecina» , eso fue lo que me respondió el vecino Juan moviendo la cabeza de un lado a otro.
La Villa Esperanza se quedó solo en eso, el nombre. Las humildes casas a medio construir, en espera de las definitivas, son de madera y latones. Para protegerse de las aguas lluvias cubren sus techos con plásticos, que parecen banderas cuando arrecia el viento. Se hicieron definitivas.
Juan Riquelme es uno de los vecinos más querido y respetado en su entorno. El estado de sus pulmones ya no le permite seguir con el trabajo en la construcción. El dinero, de por sí escaso, lo es aún más. En la casa vive con su mujer, sus tres hijas, la pareja de una de ellas junto a dos nietos y dos mascotas.
-La casa parece de elástico viejita.
Su mujer lo mira y una sonrisa cansada se dibuja en su rostro.
Las mascotas llegaron solas, ayudan a capear el frío a los pequeños.
La pieza que es su casa, tiene una cama mediana junto a una de las paredes que están forradas con papel de diario para evitar que el viento se cuele por las rendijas. Un poco más allá otra cama pequeña alberga a la joven pareja.
Los niños duermen con sus abuelos y las otras hijas de Juan, lo hacen en un desvencijado sillón que les sirve de cama. En el otro extremo de la pieza, una cocina encimera que aún pagan en cuotas, una pequeña mesa con cuatro sillas y unas bancas. Un pequeño televisor les brinda alguna entretención. Su mundo amontonado en treinta metros cuadrados
La pieza que es su hogar, se fue agrandando como un globo, gracias a la hija que aportó su propia familia.
A la sala de urgencia, abarrotada de gente esperando atención, llegó Juan acompañado de su mujer.
-Viejita, cada vez me cuesta más respirar- le dijo en la mañana a su compañera.
Una enfermera lo ve y le lleva un tubo de oxígeno.
-Tenga don Juan- ajustándole la naricera- le ayudará mientras lo llaman.
Ella lo conoce de tanto verlo deambular por los pasillos del hospital en busca de atención.
Esta fría mañana, Juan no quiso tomar la taza de té y pan que le preparó su esposa.
-Ya poh viejito aunque sea un tecito pal frío tienes que tomar.
-No viejita, no tengo ganas-. La voz de Juan es casi un susurro.
Así transcurrió ese día de mediados de junio. Por la tarde, Juan pidió que lo llevaran al servicio de urgencia. La sala de espera del servicio está llena de pacientes, sin ilusión esperan una solución a sus dolores. Algunos cobijados con frazadas, otros sin ropa de invierno suficiente. Se observan ojos vidriosos por la fiebre. Las ropas, húmedas por la lluvia despiden el aroma de la pena, la pobreza, la desesperanza. La mayoría de ellos no tienen conciencia de su estado.
El oxígeno ya no es suficiente para Juan, apoyado en el hombro de su compañera sólo la mira, agrandando los ojos y abriendo la boca para tomar aire, queriendo atrapar el esquivo oxígeno.
-Por favor, mi marido necesita ayuda- clama la esposa de este. Juan, con los ojos desmesuradamente abiertos, le toma la mano y deja caer su cabeza en el regazo de ella.
¿Quién hará la colecta?
-Yo la hago vecinita linda, usted acompañe a la familia no más.
-Yo traje un tarrito de café, dice una vecina.
-Yo pancito, dice otra.
– Y yo, la mortadela para el pan y una botella de pisco, pa capear un poco el frío vecinita, la noche será larga.
Ese era e Chile que no queremos volver
El relato es bien real, tanto asi que no me parece nada nuevo, considerando que en estos dias la gente se muere en las postas, y nadie hace nada y los que intentan hacer algo, los tildan de comunistas, mientras tanto cambio el ropaje , y la esclavitud sigue en gloria y majestad , solo con un disfraz y encandilamiento de TV. y muchas ofertas para que el mundo siga engañado. Mientras los Reyes ahora usan terno y corbata , el pueblo hace colecta para sobrevivir. Es un cuento crudo y realista. muy bien logrado, considerando que la injusticia como trama y la miseria como la idea prencipal siempre estan presente. nada que hacer
Me gustó. Retrata una realidad de nuestro país.
Qué triste!!! Ese final abierto, que solamente hace pensar en la muerte lo hace más duro. Pero está bien escrito y la narración es buena.
La union hace la fuerza. En los campamentos asi es no mas.TRiste realidad bien retratada en tu cuento.
En los campamentos la vida dura es compartida…la solidaridad…es siempre la accion salvadora…bien retratada en tu cuento
Cuento triste, cruda realidad aún
Me pareció interesante .Mantuvo mi interés inicial . Claramente marcada la dura realidad existente , donde la pobreza , falta de recursos lideran este triste relato .
Ya se viene otro invierno y con él los dramas de salud quedarán al desnudo. Buen relato, triste como la vida de los desposeídos
La lectura fluye de forma natural, la descripción de los ambientes y la tensión y tristeza de sus personajes , conmueve al lector . Lo tremendo de esto es que describe la realidad que aun viven muchas personas de mi país
cuento triste, realidad exacta de muchos compatriotas, bien narrado,bien sufrido
Que tristeza pero tan real, en pleno siglo 21 aún vemos que muchas familiar viven en esta situación de pobreza y abandono. La solidaridad en la pobreza es tan grande, que lo poco que tienen lo comparten. Muy triste el relato, pero muy verídico, con un final que ya sabemos, la muerte…Felicitaciones al autor (a)¡¡
Muy triste.Conmovedora historia.
En mi país Argentina muchas familias así.Legion.
Una muchacha que me ayudó con mis niños casa precaria,30 m2,10 niñas y ese triste final.
Buen cuento.Bien narrado.
La dura realidad que progresivamente se va extendiendo más y más. Sobria y realista descripción, como pasa con los grandes personajes de.la historia, los escritores que trascienden, generalmente los caracteriza.su humildad, la que en esta.obra, el relato muestra.
Felicidades a su autor/a,…me.motiva a escribir sobre la inspiración sociológica que motiva a los hombre.
Saludos y nuevamente.mis felicidades.
Es una buena historia, pero tiene serias faltas en la puntuación, además utiliza mucho el “yo” y la, lo y las, en cualquier relato se debe cuidar de no repetir tantas veces las palabras de enlace.
El uso del guion va solo en los parlamentos y estos terminan con un punto aparte.
Muy buen relato, felicitaciones!
Bueno, con sensibilidad, pero no politiquero ni resentido. Corto y bastante redondo …
Felicitaciones, Jacqueline. Relato que nos muestra una realidad cruda y triste.
Una historia bien narrada, y la tristeza surge de saber que se basa en una realidad aún presente. Me parece que el final está muy bien logrado para quienes, de una u otra forma, entienden cómo se vive en una población como la que se describe. Bravo!
Un relato duro, que cuenta una realidad que pese al paso de los años, no desaparece. Una parte de Chile que comúnmente es olvidada. Gran relato Jacqueline. Mis felicitaciones.
Es un cuento típico chileno de esos que ya no se leen en las escuelas, la miseria es reina y señora de los barrios periféricos de nuestra capital. El covid-19 es el fantasma que rodea el relato.
La parte más triste de la otra realidad , esa que te hace doler el corazón cuando relatos como este llegan a nuestras manos.
Con la delicadeza que narras esas vivencias, la simpleza en el diálogo de los personajes, lo hace tan sentido, emociona
Encantada de leerte Jacqueline. Me gustaría decir que esto es producto de tu imaginación, pero es tan real que duele. Me agrada cuando los escritores exploran en el Chile profundo y lo sacan a la luz en un ejercicio de justicia.
Contigente, desnuda la realidad de una gran oarte de la poblacion de Chile y de América Latina en general.
Los parias, los olvidados, los que sirven mientras producen, pero cuando necesitan u servicio,el Estado no responde como debe.
Imagino a cuántos Juan y a cuántaz familias quiso representar.