Lunes. El reloj marca las 08:34. Miro aburrido mientras se enciende la pantalla. Ahí escucho a la vieja moverse en su oficina. Ya vendrá a joderme la vida otra vez. El viernes le pedí que negociáramos, que necesitaba más tiempo para mí, que como no duermo casi nada, que estoy estresado.
Me contestó que no entendía lo que quería, que fuera más claro.
¡Vieja de mierda! Te crees toda regia porque eres flaca. Y porque tienes tu título de abogado te crees la gran cosa. En cambio yo, no pude titularme por culpa de la Tere que quedó embarazada… como gil cuidando cabros chicos. Tú, sentada en tu oficina como gran reina, analizando tus indicadores, yéndote a tomar cafecitos con los clientes mientras yo trabajo como bruto y … mandungueado más encima.
Ven a preguntarme algo no más. Te voy a sacar los choros del canasto a la primera, como el otro día que me hinchaste preguntando cuánto faltaba para terminar el trabajo. Yo te trataba de explicar por qué no estaba terminado, pero tú catete: «no me interesa, lo que quiero saber es cuándo estará terminado». Me interrumpes una y otra vez. Quieres tu respuesta ahora ya. Yo necesito explicártelo, pero no me dejas.
No puedo dormir hace meses. Siento la cabeza como una bomba. El siquiatra me dice que así no puedo pensar bien. Pero ¿cómo voy a dormir bien si esta vieja me friega todos los días?
Agggrrr, me quedan tres horas todavía para salir a almorzar. Cómo aguantaré si no tengo ganas de nada. No importa, que se friegue no más, total me da igual si perdemos al cliente. Ya me da lo mismo.
Ella ya no me pesca como antes, que me saludaba de besos y me preguntaba por mi familia. Ahora no avisa si vuelve. Simplemente sale. Tampoco comenta nada. ¿Acaso le habré hecho algo? La escucho que habla con alguien por teléfono. Parece que es la contadora. Siempre habla con ella cuando quiere despedir a alguien. Seguro que ahora está dando la orden de que preparen mi finiquito, ¡Me voy a quedar sin nada por su culpa!
¿Qué me estás cobrando ahora, vieja? ¿Cómo esperas que termine la pega si pienso todo el día en lo que me estás haciendo? ¿Y qué te hice yo, vieja prepotente, para que me ignores de esa forma?
Ya se fue el día y no pelé ni una papa. Me llevaré el raspacachos como siempre.
– Hasta mañana señora Amanda, mañana termino el encargo.
– No hay problema Roberto, mañana lo vemos, que descanses.
¿Qué te pareció este relato?
Por favor, déjale un comentario al autor.