Foye
Gabriela Parra
Santiago
-¡Qué llevas ahí!
Miró por la ventana, vio el cielo gris hinchado de nubes negras, no pensó que esta vez se subirían al bus, aunque fuera la frontera del reducto de wallmapu.
-¿Estás sordo? ¡Bájate!
Observó la oscuridad tras las antiparras y trató de proteger con sus brazos el pequeño foye que latía envuelto entre las bolsas y papeles que había podido sacar del supermercado.
-¡Indio porfiao! ¡Cabo Carrillo, quítele el bolso!
Sintió como un azote el tirón en sus manos, manos que habían recibido de su abuela esa única esperanza – Puñeñ, debes cuidarlo, él sabe lo que tiene que hacer, es el último de su especie, el último eje que nos queda para unir nuestras tierras. Sí, kuku, le había repetido hasta después de que ella cerrara sus ojos para siempre.
Trató de asirlo con todas sus fuerzas, pero un culatazo en su nuca, lo dejó de bruces en la tierra. Levantó su rostro, la impotencia en sus ojos eran como las brasas del fogón. Vio su morral arrastrado por el suelo, destejiéndose. Se percató que una pequeña rama asomaba hacia el viento, vio caer algunas semillas en la tierra, miró el cielo y supo que la lluvia haría lo suyo.
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