El sol de la mañana entraba levemente por la cortina entreabierta casi de manera sepulcral. Isabel un poco mareada se levantó para abrirla en su totalidad, esperando que un rayo mezquino de otoño le devolviera el alma. Observó el césped mojado por el rocío matutino y se sentó al borde de la cama a contemplar el paisaje, como tratando de mimetizarse dentro de cada elemento. Ser un poco hoja, un poco madera, siempre estáticos y brillantes pero presentes. Con la mirada abstraída, se perdía en sus recuerdos y culpas que no paraban de azotar su cabeza, como proyectora enloquecida vomitando imágenes sin secuencia ni razón.
— Isa, la Fernandita quiere verte — se asomó Joaquín tímidamente a preguntar.
— Dile que estoy durmiendo — respondió sin mirarlo, hundida en sus pensamientos.
— Eso mismo le dije ayer, y anteayer y hace cinco días, no creo que…
— Repítelo cuantas veces sea necesario hasta que no pregunte más — lo interrumpió alzando la voz de una manera firme pero quebrada.
Joaquín desapareció sin decir una palabra. Caminando cabizbajo, respirando la frialdad de la enorme casa que solo albergaba olores pasados y un vacío nauseabundo.
Isabel cruzó el pasillo hacia la última habitación del segundo piso. Sabía que no debía hacerlo porque en cada objeto que viera detonaría un misil que atravesaría su cuerpo y le inmovilizaría el alma. Recorrió el closet oliendo la ropa una en una. Tenían olor a humo y humedad, esa humedad tan típica del sur, pero que solo traía en su cabeza una sensación desesperanza infinita. Así que se apresuró a salir evitando mirar las paredes repletas de fotos y diplomas, temiendo que los recuerdos apretaran su corazón de tal manera que el piso no fuera suficiente para sostener su humanidad.
— La Fernandita ya se fue al jardín. Estaba muy triste porque no te ha visto. Le he dicho que te duele la cabeza de nuevo -— apareció de pronto Joaquín y con la mirada pegada al suelo agregó —. Esto no solo te está pasando a ti, nos está pasando a los tres y si no te levantas vamos derecho al hoyo, incluyendo la niña.
— Ya estamos en el hoyo — lo miró con los ojos cegados por las lágrimas y se retiró arrastrando los pies, corporalmente abatida.
El verano había sido breve pero divertido. Nicolás con su risa contagiosa llenando cada espacio. Fernandita invadiendo los rincones con su desbordada imaginación. Esa sensación armónica de cuidado familiar había desaparecido y el sentimiento de culpa invadía cada poro. Esa culpa que quema y tortura. La culpa maternal, la peor de todas.
Sin querer, las señales se fueron presentando y nadie las pudo interpretar. Aquellas miradas perdidas y las noches de insomnio eran signos claros que la pena se estaba apoderando de un cuerpo joven, que no tenía explicación para descifrar el quiebre emocional que estaba viviendo, y que sus padres como espectadores no supieron interpretar. Hasta aquel día de abril otoñal en que una llamada inesperada cambió sus vidas para siempre.
— Necesito hacer un viaje — anunció mientras cenaban los tres.
— ¿Dónde piensas ir? — preguntó Joaquín fijando la mirada en el plato por miedo a ser malinterpretado.
— Viajaré a Valdivia, necesito hacer este viaje sola, desocupar el departamento y traer las pocas cosas que quedaron.
— No me parece buena idea que vayas sola.
— ¿Mami te puedo acompañar? — intervino Fernandita entre entusiasmada y expectante.
— A mí no me pareció buena idea cuando ignoraste mis preocupaciones e hiciste ese viaje a España — levantó la voz sin escuchar a la niña -—. Ni cuando tu frialdad nos alejaba cada día de nuestra puta vida. Tampoco me parece buena idea fingir que todo es normal y sentarme a verte la cara de pelotudo cuando lo único que has hecho este último tiempo es ignorarnos.
Se paró sin pensar, decidida a no hablar más. Encerrándose en la pieza que había albergado su existencia los últimos diez días. En la sala, Joaquín seguía con la mirada perdida en el plato conteniendo la respiración y la niña jugando con las arvejas fingiendo no darse cuenta de la tensión que todo lo envolvía.
Dos días después, Valdivia recibía a Isabel con una lluvia tupida. Era hora de mirar atrás y encontrar razones.
Los taxis no paraban de ofrecerse a llevarla, pero decidió caminar a paso lento, cargando una maleta que solo llevaba una pila de prendas sin planificación ni sentido. Eran ocho cuadras las que la separaban del terminal hacia el departamento. El trayecto se hizo eterno, pesado y agónico. Cada paso era una escalada interminable. En su mente solo imaginaba las veces en que la lluvia lo debía haber sorprendido desprovisto de abrigo y ella no se encontraba presente para cobijarlo. De pronto llegó a su destino. Un leve mareo y un dolor de estómago se apoderaron de su cuerpo antes de ingresar, se sentía su presencia, ya podía respirar y cruzar el umbral de la puerta sin temor a sentirse diminuta ante tanto vacío.
Un relato muy potente. Me gusta el tratamiento que le das al dolor de una pérdida y cómo éste se irradia al entorno cercano de manera casi irracional. Me parece la forma más responsable de tratar estos temas.
Me perdí un poco cuando pasaste de un flashback a un diálogo, por algunos momentos creí que ese diálogo era parte del recuerdo, pero eso puede ser problema mío.
Felicitaciones!
Me encanta el relato, es mas me gustaria interiorisarme mas de el, seguir leyendo , lo encuentro misterioso y entretenido, estoy metida.
Buen comienzo y desarrollo con un final que no me convenció!
Lo leí dos veces. No logré captar la idea central, Isabel tuvo un affaire con Nicolás. Qué pasó con él? No hay señales para interpretar el final.
Escribe bien en lo formal, pero no logra subyugarme su cuento.
Me gustan los cuentos más directo. Para ser un resumen, está poco explícito.
Bien el ambiente … coherente , pero al final me faltaron palabras que describieran mejor el abismo del duelo, el paso necesario .
Cuidar algunas metáforas como «cada objeto que viera detonaría un misil «…
Bien narrada una situación de mucha frialdad y desmesura.
El final no me gustó
Saludos
Está muy bien escrito el dolor por una pérdida. Pude sentirlo profundamente.
Felicitaciones!
Me gusto mucho, usa bien las metáforas y me gusto sumergirme en ese mundo. Te felicito. Sin embargo. Debes mejorar el hilo para que entienda bien. Sigue trabajando. Eres muy buena.
Me gusto mucho, usa bien las metáforas y me gusto sumergirme en ese mundo. Te felicito. Sin embargo. Debes mejorar el hilo para que entienda bien. Sigue trabajando. Eres muy buena.
Excelente Cecilia, se siente la humedad, el frio del vacío ante una perdida que aun tus mas cercanos no pueden ayudar a sobrepasar, la desolación se lee y se siente. Felicitaciones!!
Tambien me perdí un poco en el flashback, pero me encantó la manera de comoInterpretaste el dolor, que pena el cuento, se puede transmitir el dolor al lector, felicitaciones <3
Escribes muy bien..me gusta las imagenes..son verdaderas y con mucha sensibilidad…triste..potente…bravo
Con un dejo de pesimismo también debo decir que me «bajoneó» el relato. Es uno de aquellos no apto para depresivos. Falta la parte que se dejó abierta del relato, igual que una puerta de cuarto oscuro y mal oliente…
Excelente el inicio del relato, Sentí su dolor, también su rabia y culpa. Pero el final lo encontré muy débil, no me gustó. Le faltó fuerza a ese dolor y más descripción. Felicitaciones¡¡
Me gustó el relato. Me dejó apesadumbrado, el duelo, la depresión la sentí… me pareció un relato «obscuro», muy denso… quedé con un vacío, tal cual.
y luego que sucedióoooooo ?
Buen comienzo ,entretenido sensaciones q nos llevan sentir pero de pronto de perdió ..plop q paso… creo q siguió una línea listo…
Me quedé con ganas de una segunda parte ,para conocer mejor los detalles .
Me pude imaginar sus rostros ,la lluvia,los lugares.Bien !
Excelente descripción del dolor propio, indolente con sus seres queridos. No me gustó el final